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miércoles, 5 de noviembre de 2014

PORNOGRAFIA ADICTIVA REDUCE LA MATERIA GRIS

La materia gris está compuesta principalmente de cuerpos celulares neuronales encargados de ejecutar casi la totalidad de tus pensamientos conscientes. También te ayudan a sentir el medio ambiente y a coordinar tus movimientos... Si desciende su volumen sabrás a qué te expones                  

De Internet. Edita Lebb (Del OBSERVADOR 25)

La pornografía convertida en una adicción o dependencia, ––declaran los expertos- produce en los pacientes consecuencias negativas tanto en su vida personal y social, como en su salud física y mental. Inclusive, limita la capacidad de funcionar de modo efectivo en el campo de la misma sexualidad. 

En el ámbito personal empuja al individuo a separarse de su grupo y de su entorno; y en el social, lo induce al descuido o a la indiferencia respecto de sus actividades laborales, estudiantiles y grupales, debido a que se crea en él una conducta obsesiva compulsiva hacia el porno que lo manipula y absorbe. 

En cuanto a la pérdida de desempeño sexual, la Asociación de Andrología y Medicina Sexual Italiana, comprobó que jóvenes entre 14 y 15 años, adictos a la lujuria visual, por lo general tienden a padecer pérdida de deseo y disfunción eréctil cuando llegan a los 25, fecha fatídica cuando sólo les queda a la mano a estos debiluchos la masturbación y el mero gusto de mirar nada más. 

Según esta investigación, ver películas triple X les genera un "cortocircuito" en los canales del placer. El cerebro se acostumbra tanto a la sobreestimulación a través del porno, que la respuesta en la vida real se vuelve lenta y cada vez más difícil.

Pero ahora la cuestión se torna más preocupante. Por primera vez un estudio científico demuestra que, aparte de todos los efectos anteriores, la pornografía también deteriora el cerebro porque reduce la cantidad de materia gris en la cabeza de sus consumidores glotones.

Para realizar este experimento, publicado en la revista de psiquiatría JAMA, investigadores alemanes reclutaron a 64 hombres entre 21 y 45 años, a quienes se les pidió que vieran un promedio de cuatro horas de porno por semana. El objetivo era averiguar el impacto en el cerebro de la estimulación continua del centro del placer mediante la exposición visual de contenidos sexuales explícitos.

Posteriormente, los científicos hicieron resonancia magnética a los cerebros de los hombres, mostrándoles imágenes sexualmente explícitas y otras no sexuales. "Nuestros resultados --escribieron en la revista en mención-- indican que el volumen de la materia gris de la cola derecha del cuerpo estriado es más pequeña, por un mayor uso de la pornografía".

"Hay todavía más, --añadieron los investigadores-- los devotos del porno también mostraron una menor actividad en dos áreas específicas del cuerpo estriado, las cuales están asociadas, una, con los procesos de aprendizaje; y la otra, con el trámite mental de tomar decisiones y de elegir comportamientos adecuados.  
"Podemos confirmar –concluyen los observadores- que SÍ existe un vínculo negativo proporcional entre el acto de ver mucha porno y la disminución del volumen de materia gris en el cuerpo estriado derecho del cerebro; pero también "lentitud" en las zonas dedicadas al aprendizaje, a la toma de decisiones y de comportarse bien.

Eso significa finalmente, en resumen, que para tener una vida personal y social satisfactoria, y un cerebro apto para pensar bien, decidir correctamente y ocuparlo en las labores de aprendizaje, desarrollo y crecimiento, urge mantener alejada esa obsesión de  la pornografía. De lo contrario, ese gusto adictivo por imágenes y videos obscenos, al igual que cualquier otra droga-adicción, nos puede conducir incluso, en el peor de los casos, a la perversión. Y, de ñapa, podemos llegar a pasar penas y ridiculeces en el futuro con la pareja por tener la etiqueta de impotentes porno-adictos. 

lunes, 3 de noviembre de 2014

YO MISMO ME LIBERÉ DEL MATONEO

Por Lebb

Salimos vivos de aquellos regímenes escolares cuyos maestros asumían a la letra sus roles de segundos padres con licencia para exigir y castigar a la moda, como hacían nuestros mayores en las casas, y aun "mejor"


Mi espigada maestra, de rostro crítico y pupilas severas, entró al salón como un rayo y saltando a la tarima, junto a su escritorio, delante del tablero, alzó su voz aguda exigiendo la atención de todo el mundo. 

Como por embrujo, el recio barullo de nosotros se transformó en un silencio de muertos. Muertos que nos pusimos firmes allí, al lado de los bancos, pendientes de la continuación de sus palabras.
Tomando entonces con la derecha una regla corpulenta que estaba sobre la mesa, empezó a darle pausados golpes contra su izquierda. Luego pasó a hacerle caricias con su tacto refinado a los huequitos que tenía en su superficie  mientras iba recalcando a semejanza de un dictador las normas escolares que debíamos saber bien de memoria y que, sobre todo, debíamos obedecer so pena de ser aleccionados a la brava, con regaños, penitencias, incluso con los abrasivos golpes de esa temible férula que sostenía entre sus manos. 

Ciertamente nuestros maestros habían asumido muy en serio la licencia  de disciplinarnos como unos segundos padres, y, en consecuencia, se apersonaron de los instrumentos correctivos que nos aplicaban cada vez que nos desviábamos un poco. Era común entonces probar los coscorrones, los pellizcos, aguantar gritos o hacer penitencia, reparación y expiación. Nos tocó arrodillarnos encima de los pupitres con los brazos en cruz, o en la mitad del patio,  barrer el salón o recoger papeles. 

En aquella terrible ocasión, para escarmiento mío y de mis compañeros, la maestra, una vez acabado el sermón, pronunció mi nombre, no con el cariño que yo esperaba ni con la alegría contagiosa de una buena nota, sino con el tono propio del juez severo que vocifera una sentencia de muerte: 

"¡Pase aquí adelante––me ordenó–– Ha fomentado la indisciplina en las clases, jugando y hablando. Parece que no entiende las normas. Pero yo sé --y aquí agitó la férula-- de un método muy efectivo para que las entienda mejor"

El salón se impregnó de un temor profundo,  pues era inminente la ejecución de un castigo metodológico sobre mi apellido que me "explicaría" mejor la importancia de la disciplina en la Escuela y serviría de ejemplo. Para colmo de males, en ese curso había un chico gordito, tenaz en insultos y obstinado en buscarme pleito en todas partes, que seguramente iba a disfrutar,  risueño y feliz, mi tortura frente a la clase.

Una vez al frente, mi supuesta segunda madre, me pidió que extendiera una tras otra las palmas de las manos para recibir el pago por mis delitos escolares que, normalmente, en casos benignos, eran dos solemnes ferulazos. Cuando extendí la primera mano mis compañeros en pleno fijaron sus ojos más que todo en mi cara a ver qué muecas hacía, creo que con sentimientos humillantes de compasión como seguramente abriga una multitud por un pobre delincuente en el patíbulo. Fue cuando en una súbita decisión delincuencial retiré la palma cuando ya la regla venía en su carrera,  pasando de largo y casi golpeando las rodillas de la maestra. Furiosa como es de imaginarse me dobló la ración de ferulazos.

Y otra vez, se repitió el acto: Se elevaron entonces por los aires, unas tras otras, las violentas notas de la férula al contacto con mis manos, sin que yo expresara el más mínimo ¡ay! o arrugara levemente la cara. No iba a darle gusto a nadie con gestos de mal mártir, menos a ese gordito aplicado a fastidiarme a toda hora. 

Los "casposos" como nosotros, por tradición y ejemplo, no llorábamos ni hacíamos visajes de dolor, de debilidad ni de contrición frente a la reprimenda. Por más que ardieran nuestras manos, volvíamos al puesto frescos y con la frente en alto. Sabía Dios, sin embargo, que por acción de la férula las palmas hervían a cien grados centígrados y que nuestra autoestima, (lo que más dolía), andaba cabizbaja.   

Pero la historia que iba a contar comienza aquí. Después de almuerzo, hacia las dos, el mencionado chico gordito perseguidor, aprovechó la tarde deportiva de la escuela en la cancha del pueblo, para satirizar mis pesares y
mis escasas bellezas exteriores.

Tanto me mortificó, tanto se excedió conmigo que, en un arranque revolucionario, en un éxtasis de libertador, fui consciente de que yo era capaz de cambiar el mundo, por lo menos mi mundo. Fue entonces, cuando, impactado por su último empujón, eché hacia atrás mi brazo para almacenar la mayor adrenalina posible. Acto seguido, la descargué en su humanidad, en forma de gancho con la violencia de un proyectil, tan demoledor, que el gordito acosador, a pesar de sus muchos kilos, trastabilló hacia atrás desplomándose aparatosamente sobre el pasto. 

Y ahí se quedó tirado mi antiguo acosador, rodeado de mis asombrados compañeros, gimiendo como un bebé desvalido, pidiendo a Dios que no le siguiera pegando. Y así de sencillo, fue como YO MISMO ME LIBERÉ DEL MATONEO. 

Días más tarde, al cabo de los diálogos protocolarios coordinados por la maestra, el gordito y yo terminamos firmando la paz y siendo muy buenos amigos. 

sábado, 1 de noviembre de 2014

POR CULPA DE LAS AUTO-FOTOS (SELFIES): MUERTOS Y HERIDOS

Las autofotos están de moda, pero han provocado heridos en su dignidad, en sus intereses y en su autoestima. Incluso han sido capaces de producir amores, pasiones, odios y hasta muertos


Por Lebb (Tomado de El Observador 25)


Unos esposos polacos en el momento de tratar de tomarse ellos mismos una foto en el puro borde de un acantilado en Portugal, perdieron el equilibro y se precipitaron al abismo. Una mujer también está muy grave después de caer de una azotea en Sitges, en Barcelona, mientras se hacía otra "selfie" con amigos, apoyada contra una barandilla que se desbarató al instante del click. Eso para citar tres de tantas otras víctimas que por el deseo de protagonizar una instantánea histórica han terminado siendo muertos famosos.

Muchos han logrado quedar en el recuerdo por sus auto-fotos: pero
no han sobrevido para disfrutarlo.
Igual a esa novia que no llegó a ser esposa por culpa de una feliz auto foto mientras conducía con una amiga hacia la fiesta de despedida de soltera. Clase de selfies condenadas por las autoridades de tránsito quienes han comprobado que esa modalidad de infracción se está extendiendo peligrosamente entre los conductores narcisistas.

Otro tipo bien arriesgado de auto fotos son las denominadas extremas. Éstas han impulsado, por ejemplo, a un joven
fotógrafo ruso a subirse a lo más alto de los rascacielos de Moscú para auto fotografiarse desde esas cimas escalofriantes.

Otros le añaden ingredientes de mal gusto, como aquella auto foto de una joven posando, mientras, a sus espaldas, ardían cientos de casas del Cerro de Valparaíso.

Muchas veces la costumbre vanidosa de cambiar de perfil o de publicar cada foto de un momento emotivo de la rutina diaria puede volverse fiebre adictiva y en muchos casos, cuando la selfie comporta tentación, prestarse a malos manejos mentales por parte de los destinatarios o de los observadores indiscretos, quienes podrían utilizarlas con fines poco santos y castos. 

No crean que el selfie de "piquito" o de pato es sexy.
Realmente se te puede ver la cara como la de un pato
que va a causar risa a tus seguidores.
Según los expertos entre más selfies uno se tome y más suba a las redes sociales peor va cayéndole a sus contactos. Ser demasiado selfie-narcisista puede dañar la relación con los amigos y revelar incluso baja autoestima.

Las selfies también han sido capaces de producir amores, pasiones, odios y éxitos. Como en el caso de Simone Holtznagel, joven de 21 años, convertida en la imagen de la firma Guess para su nueva campaña. Sus reiteradas y provocativas auto fotos la ayudarían a convertirse en una modelo de fama internacional. 

Por el contrario, a través de Twitter, los jóvenes israelíes han creado una nueva moda xenófoba contra los árabes, difundiendo mediante 'selfies' sensuales de chicas jóvenes, mensajes violentos que dicen, por ejemplo: "Les deseo a los árabes una muerte dolorosa". Así fomentan los mutuos odios interraciales.

Por el contrario, allá en París, la alcaldía comenzará a colocar adhesivos en los puentes invitando a las parejas a reemplazar los “candados del amor” (piezas metálicas pesadas muchas en forma de corazones con los nombres tallados),  por tiernas “selfies” de ellos muy juntos para que de ese modo inmortalicen mejor el amor.

Y mientras éstos franceses cambian dichosos candados por selfies, Fanny Neguesha, la novia del jugador italiano, Mario Balotelli, prefiere encender pasiones indebidas en las redes sociales con el combustible inflamable de sus selfies calientes que publicó en su cuenta de Instagram.

Por sacarse selfies, también tienen que sacarse los piojos
Y aún falta algo relacionado con la sanidad y el control de pestes. Existe un grupo pro salud y anti-plagas que proscribe la desmedida  práctica de las selfies, por sencillas razones de higiene y control de bichos. Según ellos, unos analistas reportaron proliferación de piojos entre adolescentes, achacándoles la culpa total a las selfies
que ellos se toman, cabeza con cabeza, mientras los animalitos en mención hacen fiesta y peregrinaje de cabeza en cabeza.

Por todas estas cosas y casos mencionados, hay que invitar a todos los tecnológicos a un uso moderado e inteligente de esta práctica tan interesante, que se presta para bendiciones y maldiciones, ganancias y pérdidas, riesgos y seguridades. 


Si lo hacemos por diversión, seamos prudentes. Si lo hacemos para presumir logros, no inventemos. Si lo hacemos para enviar mensajes a alguien seamos acertivos. Y si queremos compartir momentos felices o de amor con nuestros contactos, escojamos las selfies más apropiadas y de mejor gusto.

martes, 21 de octubre de 2014

POESÍA PARA RINA

Otra vez en mis sueños, por una calle llamada Anhelos, pasó por mi lado la chica Rina. Una chica inteligente, bien estudiosa, atractiva y que, en definitiva, "engolosina" los ojos de quienes la miran.

Exclamé entonces a su paso, en uno de mis habituales ataques de alocada inspiración:

--¡Rina, eres la chica que me fascina!

 A lo cual ella hizo un gesto de repulsa en vez de la sonrisa bella que yo esperaba. Pero, como pasa en los sueños y lo recalca la canción, "no me dí por vencido". Y mientras iba pensando en una nueva estrategia lírica, me volví hacia mi Ángel de la Guarda (recuerden que estaba soñando) y le comenté:

"Fíjate que ahora las muchachas no aprecian en nada la poesía. Les gusta más la prosa directa y la más sencilla".

Resolví entonces alcanzar a Rina para dedicarle un nuevo verso que se me vino a la cabeza, así de repente. Y alzando con sentimiento los ojos al cielo, con la mano en el pecho, así como un marranito degollado, declamé en viva voz:

Rina, ante ti mi piel se enchina,
Como…. 

(Y aquí me detuve para pensar en voz alta, porque se me había acabado la inspiración. (Y bien rápido que se acabó). Dirigiéndome desesperado a mi compañero, o sea a mi Ángel, en el acto, le imploré: 

¡Ayúdame a terminar el verso –le dije-- con qué palabra rima "enchina"…Al segundo él respondió: 

"Ya la tengo". (Y me lo dijo al oído).

 Fue entonces cuando, retomando el supuesto poema completé el incompleto verso, sin perder ese talante de declamador, o sea ese de marranito degollado:

Rina, ante ti mi piel se enchina
Cual la misma piel de la gallina.

El efecto fue mortal. La bella Rina se detuvo de inmediato. Me miró fríamente, haciendo un gesto de desagrado y excomunión. Y, alzando la voz con ironía, comentó para todo el universo:

-Es lo más simple y bobo que he escuchado en mi vida.

Me quedé mirando de reojo a mi compañero que también era malito para la poesía y le comenté burlonamente al punto:

--Ya te lo había dicho, amigo. Hoy día las chicas no aprecian en su verdadera dimensión la poesía. Creo que Rina, esa chica que me fascina, hubiera dicho lo mismo ante un verso de Neruda, Amado Nervo o de Bécquer.


-Él, sonriendo de buena gana, le concedió la razón a la chica, haciéndome entender por telepatía que mi copla era realmente una tragedia.

"También importa mucho –complementó a continuación mi "Dulce compañía"-- de qué labios son oriundos los versos. A lo mejor de quien ella guste de verdad, a quien le deba sentimientos especiales de alma y corazón, y a quien ella tenga en la gloria de su pensamiento, la emocionaran profundamente sus palabras, así él exprese la prosa más simple, más reguetonera o más absurda. O así no diga nada.

Y en eso mi Ángel tenía toda la razón. Y mientras Rina, a quien un día el amor de alguien afortunado le pondrá la piel de gallina, continuaba su camino por mis sueños, yo emboqué por las sendas tortuosas de la realidad. (Eso quiere decir que desperté).

domingo, 19 de octubre de 2014

SUEÑO PERDIDO


Me rendí finalmente a la seducción hecha mujer, comprendiendo al tiempo, en un éxtasis inesperado de pasión celestial, que la chica me estaba adoctrinando sabiamente con sus ojos, su sonrisa y su presencia en el encanto absoluto del amor. Entonces quise para ella el mundo, la dicha, mi tiempo, mi eternidad, mis brazos, mi humanidad...


Por Lebb

Soñé que era un ducho en el amor, en cuanto a piropos, consejos y conquistas se refiere. Y así, con tal presunción me dirigí a la cocina a echarle algo de amor caliente al estómago. Una vez allí, le manifesté mis ganas a la chef, chica de cabello amonado, largo y lacio, ojos canelos, encantos embriagantes y muchos corazones que hasta se le salían por los poros:

­–Deseo Te. Y ella exaltada de súbito, sonriente y sugestiva, me replicó:

–¡Aquí estoy de una, para cumplir todos tus deseos! 

Pero enseguida, con leve sonrisa y algo de malicia allá dentro de mi verde corazón, le aclaré a la ferviente apasionada el sentido de las palabras:

–Lo que quiero decir es que: Deseo tomar la bebida llamada té.

–La chica chef, con sonrisa recién apagada, un tanto ruborosa pero con ojos capaces de enamorar al mundo entero, aceptó mi enmienda, diciendo:

–Maestro, definitivamente, debes hablar claro y concreto. Fue entonces cuando volví a la petición original, diciendo:

–En realidad lo que quiero es saborear Té. Ante lo cual la chica con ojos brillantes, sonrisa complaciente y movimiento explosivo de caderas en salsa, exclamó:

–Cuando de sabores se trata yo ofrezco los mejores. ¡Comencemos! 

Volví a mirarla simulando extrañeza pero en realidad con el alma entusiasmada. Pero, como maestro honorable de amores, hube de inventarme un dulce llamado de atención:

–Otra vez, jovencita —dije serio— me estás malentendiendo. Eso está mal hecho.

 Ella entonces, al parecer arrepentida y silenciosa se quedó mirando el piso. Entonces, como mi estómago no aguantaba la abstinencia, le expresé despacio, por tercera vez, mi petición inicial:

–Quiero Té. Y mucho.

 Y la chef que era linda, amante de la vida y adoratriz del amor, inevitablemente, se exaltó de nuevo, levantando los ojos, botando por ellos corazones:

–Maestro —exclamó— Yo también te quiero. Pero dímelo al derecho, así suena MÁS bonito.

Viendo entonces en mis sueños que la hermosa chef no quería saber de la bebida sino de amores, se me olvidaron los antojos de Té y de cuanto existía en el mundo. Agradecí en el acto al Dios del universo e inventor del Paraíso, la abundancia de placeres y bendiciones y también lo alabé con júbilo por la superpoblación de mujeres bellas e irresistibles, no sin antes, para complacer a mis entrañas, expresar por cuarta vez mi siempre malentendida solicitud:

–Mujer bella, quiero en verdad tomar Té.

Entonces, la chef retomando la emoción de una mujer enamorado, gritó con entusiasmo:

–Oh, maestro. Haberlo dicho antes, desde el principio. No hablemos más. ¡AQUÍ ESTOY LISTA, TÓMAME!

Me rendí finalmente a la seducción hecha mujer, comprendiendo al tiempo, en un éxtasis inesperado de pasión celestial, que la chica me estaba adoctrinando sabiamente con sus ojos, su sonrisa y su presencia en el encanto absoluto del amor. 

Entonces quise para ella, olvidándome del dichoso té, quise para ella el mundo, la dicha, mi tiempo, mi eternidad, mis brazos, mi humanidad. Desgraciadamente en esos momentos me desperté. (No me creerán, pero he intentado infinitas veces volver a tener el mismo sueño).

lunes, 7 de julio de 2014

Y LA LEYENDA EDUCATIVA CONTINÚA

Por Lebb  

Doña Berenice ya cumplió admirables 30 años de ejercicio docente, y piensa seguir haciéndolo más allá, hasta el infinito, mientras Dios le conceda la licencia. 

   Nos cuenta orgullosa que en los duros bancos de su escuela se han sentado ilustres parroquianos de varias generaciones históricas, entre los cuales vale destacar al actual alcalde, alumno suyo de mente inquieta y bajas notas, igual que el personero del municipio, también de cuatro y medio en conducta y la secretaria del despacho, con 4.8.

   Precisamente el mismo jerarca de la Administración el otro día nos recordaba, evocando tiempos maravillosos, que doña Berenice todavía enfunda sus densas y blancas piernas en unas gruesas medias de franjas ordinarias que le llegan hasta las corvas, así como solía hacerlo cuando él y el personero montaban gorro en la escuela. No son las mismas, por supuesto, aunque la verdad sea dicha las modeló largos años hasta el día en que, por arranque insólito de generosidad, resolvió dárselas como ofrenda a una beata pobre del pueblo. 

  Nos recibió allí, detrás de su escritorio atestado de pergaminos y libros de vieja data, donde recibian veneración, entre otros textos, una cartilla "Charry", el Catecismo del Padre Astete, la urbanidad de Carreño y un volumen deshecho de Baldor. El secretario con un poco de picardía complementaba diciendo que hace poco, en la Izada de Bandera en conmemoración de las hazañas de los Comuneros, le escucharon unas coplas similares a las que ellos tuvieron que recitar en el acto patrio de un 20 de Julio tan perdido en el tiempo que  los historiadores se inclinaban a creer que para la fecha todavía Rafael Núñez entonaba el Himno Nacional.

  Nos contaba doña Berenice, entre ayes de pesadumbre, que se angustió mucho en aquellos tiempos de novedades, cuando el Gobierno promulgó con pitos, tambores y fanfarrias la Ley General de la Educación aspirando a revolucionar pacíficamente el sistema educativo del país. Añade que hasta se le subió peligrosamente la tensión, pero que de ese mal se le estilizó la figura sin ejercicio, ni bebedizos ni dieta. Se le escurrieron por entonces también los ánimos y las medias, porque no podía aceptar que su metodología valiosa, su santa experiencia, su "sapiencia suma" y su tradición docente sucumbieran ante el ventarrón reformista del Ministerio, como dio en apodar despectivamente la iniciativa gubernamental.

 Sin embargo, amenazada con perder el sueldo y por su ilusión sacra de alcanzar sus bodas de oro docente, inclinó resignada su cabeza cana, para acoger sumisa las tareas oficiales que la obligaban a la dura tarea de redactar el proyecto educativo institucional así como el de rellenar diferente y con términos nuevos algunos formatos protocolarios viejos.

  Mientras duró la preparación del sonado proyecto doña Berenice fue toda una heroína: Asistió a miles de reuniones, hizo parte de cuanto comité se inventaba la secretaría de Educación y como el mejor carro viejo entraba y salía de cuanto taller de actualización le proponían. A todo eso decía que sí. Se le olvidó inclusive decir que No. (Hasta el lechero andaba contento). 

   Por fin estuvo listo el famoso P.E.I. de su plantel y pudo doña Berenice respirar dichosa y tranquila y triunfante. Ya entonces existe, al lado de aquellos otros libros excelsos un libro descomunal con las letras P, E, I, doradas y en alto relieve, que además de adorno testimonial sirve de base para sostener ese florero de porcelana fina que le regalaron cuando celebró el primer cumpleaños de servicio.

Y mientras distraídamente hojea la cartilla Charry y prepara clases con Baldor, Astete y Carreño, nos mira por encima de las gafas, con pupilas pensionadas tres veces y con la oligarquía de sus arrugas, diciéndonos que ese libro quedó perfecto y que ha contribuido, acorde al santo espíritu de la Ley, a subir a la gloria la Enseñanza y, obviamente a disparar la calidad de la Educación. 

   Lo único que ha subido -pensamos con ironía para nuestros adentros- son las flores barrocas de su jarrón, en su clásico escritorio donde todavía su espíritu docente prepara clases con métodos ancestrales.

   Los niños se han dado cuenta de que las cosas antiguas, como la misma escuela, las casonas donde viven, como ese florero viejo y los libros que los adoctrinan son como las piezas valiosas de un museo a las cuales hay que brindarles honra, afecto y cuidado. Y por eso mismo, viven tensos ahora cuando rodean a su maestra Berenice, a sus cosas y a cuanto ella significa para su historia.  Si esa antigüedad se desplomara al piso, (me refiero al jarrón), eso SÍ sería una "tragedia" para toda la escuela que cambiaría radicalmente la Historia.




martes, 10 de junio de 2014

LA IMPORTANCIA de llamarse ESTUDIANTE, y de serlo realmente

El éxito está en ser fiel a la identidad

Por Lebb

  Es cuestión también de identidad, como lo afirmaría el registrador del estado civil. Sin identidad no puedes presentarte ni a reclamar un cheque. Serías anónimo, un desconocido, o como lo dice el lema de un programa: “No existes”. La identidad genera un íntimo convencimiento de que puedes ser protagonista de los hechos, de que puedes figurar, producir e intervenir significativamente en los asuntos de tu entorno social. 

  Sentirse identificado con una vocación tan interesante como la de manejar información y conocimiento, la de cultivar y desarrollar talentos a fin de ser artífices de la construcción de una sociedad mejor, es fundamental para alcanzar, no sólo el sentido de pertenencia al establecimiento que bien te acoge, sino que también es el punto de partida para comenzar a construir y a gestionar tu fundamental proyecto de vida.

  El estudiante necesita interiorizar, como dirían los motivadores hoy día, interiorizar su identidad como tal. No es suficiente firmar en el libro de matrículas, no basta el presentar un carné estudiantil, no lo acredita el solo hecho de sentarse en una silla dentro de un salón de clase. Para que realmente se denomine “estudiante” y para que auténticamente lo sea, necesita hacer un profundo y sagrado acto de consagración de todo el ser al estudio.

  Viéndolo de esta forma, la matrícula no podría seguir siendo un simple registro, sino una verdadera acta de bautismo escolar que te compromete a vivir con dignidad y eficiencia no solamente dentro de los muros institucionales, sino también donde quiera que vayas.

Esa dignidad estudiantil te impulsará a estudiar por convicción, no por obligación; a cumplir los trabajos académicos, no de cualquier forma ni remedando los ajenos. Esa dignidad no conoce la evasión ni los pretextos para irse al supuesto baño en lugar de presentarse al aula puntualmente, a participar en la construcción del conocimiento, a ser disciplinado, a obrar con orden y a convivir, entre otras virtudes, pacífica y felizmente con sus compañeros y profesores.

  Sin embargo, establecer identidad y generar dignidad académica hoy día en los estudiantes, es una tarea que bien podría descorazonar a los más corajudos. Tal producto parece estar al final de un proceso formativo que hunde raíces en el seno de los respectivos hogares. De allí brota la semilla del encanto e inclinación de los chicos por el estudio, por la cultura y la búsqueda del bien obrar y del buen vivir. Los observadores agudos cada vez que se inicia el año escolar casi automáticamente reconocen a los jóvenes con predisposición a la verdadera identidad estudiantil y se reconfortan; pero, a la vez, también detectan candidatos difíciles propensos por naturaleza a convertirse en falsos  estudiantes. 

  De todas maneras, la escuela está ahí para ofrecer las oportunidades de estudio y formación a todos. Con unos tendrán más trabajo los docentes, puesto que deberán comenzar por intentar sembrar en ellos la conciencia de la verdadera identidad estudiantil. Gastarán sin duda las mejores energías en una brega incansable por despertar o crear en ellos el  estilo propio de quienes legítimamente están respondiendo a la dignidad no sólo de llamarse simplemente estudiantes, por el hecho de sentar una matrícula, sino de serlo realmente por convicción, por hechos, por resultados.

  Los esfuerzos que se emprendan en este sentido, los capitales que se inviertan para producir tal efecto, serán siempre determinantes; pues mientras no se resuelva a satisfacción el problema de identidad estudiantil y de dignidad académica al interior de las instituciones, aun los mejores métodos de estudio o la aplicación de las mayores ayudas tecnológicas, servirán bien poco. Es el típico caso viejo de la semilla que  cae en terreno no bien dispuesto. Pero tal parece que esa antiquísima mentalidad de algunos según la cual las cargas se arreglan por el camino, de que nos casemos sin amor pero con pasión, y que más adelante el amor brotará mágicamente, seguirá predominando. Muchos conservan la ilusa creencia de que la simiente del estudio, abonada por inoperantes paños de mejoramiento académico, podrá seguir cayendo en mentes infértiles y que de todas maneras fructificarán por generación espontánea.

Así es como se alarga la lista de aquella raza de estudiantes sin identidad, sin dignidad académica, a la cual perteneció un tal Lucio Freskales. (Identidad verdadera, del nombre falso no me acuerdo). Fue llevado una vez al consultorio del doctor Eric, quien inició el tratamiento psicoterapéutico con la pregunta sobre qué estaba haciendo después de haber sido proclamado bachiller con toga y birrete el año anterior. Se quedó el psicólogo medio traumatizado apenas recibió la respuesta de Lucio, una respuesta rápida, fresca, cínica, demoledora:

  --“¡Lo de siempre: 'mamando gallo'!”.


  Lucio definitivamente había hecho perder el tiempo a muchos malgastando más de seis años de su vida, dando guerra tonta, sin identidad estudiantil, con déficit de dignidad académica, y vegetando hasta el último nivel, sin cambio ni provecho, cuando por obra y gracia de algún artículo legal lo premiaron con el título de bachiller.

 Hay un dato más. Era excelente con los guayos. Varias veces puso en alto el nombre del colegio. Salió en los diarios. El problema era que su identidad en el colegio no era precisamente la de futbolista, sino la de estudiante. Concluyo entonces diciendo que, en un sistema educativo, el ideal de hacer excelentes personas a sus estudiantes, de crearles conciencia de su dignidad profesional, de infundirles hasta los tuétanos la identidad bautismal de ser realmente estudiantes, es de suma prioridad. Todo lo demás es linda añadidura.

jueves, 5 de junio de 2014

Sobre la deuda personal con la sociedad

   Que cada uno con los valores recibidos se ponga al servicio de los demás

Por Lebb

Al nobel que se acaba de ir de este mundo le han llovido a raudales las justas ovaciones y los homenajes terrenales, porque tuvo a bien ejercer exitosamente uno de los talentos más influyentes y valiosos que pueda ostentar un ser humano, como lo es el de saber escribir. Pero a la vez, como llovizna, también han humedecido su tumba las críticas sobre cuanto materialmente pudo haber hecho de bueno por sus conciudadanos y por la sociedad que lo albergó, y no lo hizo.

   Dicen por ejemplo que Aracataca, su patria chica y fuente determinante de su inspiración laureada, hoy continúa en la soledad de la dejadez y del atraso primitivo, sin que él hubiera movido un dedo por su prosperidad pudiéndolo hacer generosamente. 

   Dicen que hubiera sido altamente influyente su palabra poderosa y sus potentes oficios medianeros en la solución del conflicto interno del país, dada su simpatía por la Izquierda y su amistad entrañable con Fidel. Sin embargo, por razones de seguridad personal, tal vez; o por ahorrarse preocupaciones, no hizo tan necesaria tarea.

   Agregan además, algunos jueces mundanales que Marquez, por haber vivido tantos años en México, su nacionalismo tricolor, o los propios amores patrios, por la ausencia y la distancia, se habían convertido en mera energía potencial, ausente y lejana, sin uso alguno en  obras de cambio y solidaridad en pro de sus compatriotas.

   Sus fervientes seguidores, como es de imaginarse, saltan en seguida, como resortes, en defensa de su santo literato, argumentando algo así que al cojo genial hay que ponderarlo más por su genialidad que por su cojera, dejando entrever que ciertamente la vida de García Márquez, bajo la óptica del arte por el arte, es una maravilla única, un prodigio para aplaudir de rodillas. Y, en consecuencia, al reconocer la genialidad y la grandeza como hombre de letras, le rinden el culto respectivo. Pero cuando ya se trata de sopesar las obras de sus manos en beneficio de la sociedad que lo hospedó, se quedan un poco pensativos por cuanto, si bien es cierto que quien crea literatura de calidad humana da inspiración a sus devotos para cambiar las cosas, para mejorar su vida, no genera los créditos pertinentes que justifiquen o santifiquen su paso por el mundo a los ojos de la Historia.

   Se requiere entonces más que eso. Más que palabras escritas, obras de vida. Aún hoy día las perentorias propuestas de caridad del Catecismo siguen contemporáneas por cuanto todavía es menester contribuir de manera sólida y visible a la calidad de una sociedad óptima, no sólo a través de la palabra, oral o escrita, por muy bella y creativa que ésta sea, sino también mediante la inversión solidaria, en cuanto nos sea posible, de todo nuestro patrimonio material y espiritual en el remedio o mitigación de tantas pobrezas y pesares humanos concretos.

   Es más. Por simple lógica económica uno espera intereses de los capitales asignados. Es de elemental gratitud devolver al medio social parte del mundo de todos los bienes materiales y personales que hayamos recibido. El perenne llamado paulino de ponernos al servicio de los demás con las capacidades que nos adornan es siempre moderno. Eso es para nosotros como una cláusula del contrato personal, contrapartida del derecho a ser miembros de una sociedad.

   Hay que contribuír pues a su evolución, a su vitalidad, a su prosperidad, a su florecimiento colectivo con el empujón de nuestros valores personales. Pero si, a lo corrupto, --como está de moda hoy día en nuestro país-- anulamos ese deber y codiciamos a cambio el mero beneficio propio a costillas de quienes nos rodean, automáticante configuramos un individualismo violento y destructor y, por ende, una sociedad pobre, agresiva, enrarecida e infeliz.

   En cuanto a Márquez, supongo que está en el cielo de los literatos, --si es que hay cielo aparte para esa gente de alto nivel--, gozando para siempre del Premio, al lado de su Macondo y del realismo mágico. Desde el punto de vista cristiano, supongo que los fieles rezan por él y exclaman, sacándose el sombrero o calándose el rebozo, igual que las comadres de camándula, ante el parroquiano difunto, pagano confeso, que no iba a Misa, que no se confesaba ni comulgaba, ni practicaba convencido las obras de misericordia: "¡Ojalá Dios lo haya perdonado y lo tenga en su Gloria!" 

martes, 13 de mayo de 2014

UN POCO DE HUMOR

***Mamá, ¿qué haces en frente de la computadora con los ojos cerrados? –Y la mamá inteligente y tecnológica le responde:
- Nada, hijo, es que Windows me dijo que cerrara las pestañas...

**** En un Censo.
Estaba la encuestadora en una casa haciendo las respectivas preguntas:
--¿Su nombre?
---Adán.--Respondía el residente.
¿El nombre de su esposa?
--Eva. -contestó Adán.
--¡Increíble! -comentó la encuestadora que le gustaban los chismes-- ¿Por casualidad la serpiente también vive aquí?
--Sí, por supuesto, aguarde un momento. Volviéndose al interior de la casa, gritó:
--¡Sueeegraaaa, aquí la BUSCAN !

***** Doctor, últimamente me siento más gordo y feo, y más en el pasado cumpleaños, ¿qué tengo?
- Y el doctor lo estudia con la vista de arriba abajo, de un lado a otro, y sentencia:
--Tienes "mucha razón". Y para eso no hay remedio que valga.

**** Un crítico se dirige a otro y le comenta:
--Señor, usted está bizco y bien bizco. --Y el otro, ofendido pero con buen humor, le responde:
- No, lo que pasa es que tengo un ojo más bonito que el otro y éste se le queda mirando.

domingo, 23 de marzo de 2014

CUERNOS FRESCOS en el día de la boda

Por (el fiel) Lebb

Hubo expectativa hasta la madrugada por saber el contenido de uno de los regalos más voluminosos enviado por alguien especial que no había podido estar presente. Era una caja pesada recubierta de papel brillante, cuya cinta roja a su alrededor remataba en un espectacular florón rojo.

  Bertha Espinel se casó con honores militares con uno de los hombres más destacados del regimiento. Y lo hizo feliz y enamorada, segura de haberse ganado la lotería en amores y en fortuna. Ella era joven y bella,  morena chispeante, jovial y, como muchas chicas se ponía firme y se excitaba cuando estaba al frente de uniformados. Y por eso tal vez le consagró su pensamiento y lógicamente el corazón al oficial cuyos compañeros marcharon en la iglesia, desenfundando sables y haciendo calle de honor, entre otras rutinas marciales.

  Pero a diferencia de los cuentos de hadas cuyas princesas empiezan la dicha al matrimoniarse con sus príncipes, para Bertha, aquella noche con tan funesto obsequio, comenzó una vida de incertidumbres, de miedos y de sospechas. El teniente de su corazón, por su parte, parecía carecer de explicaciones y de nada servía su inteligencia militar para descubrir a la bromista que les había enviado una cabezota de res, de filosos cachos aun sangrantes, escoltados por tres gruesos plátanos verdes. 

  Cuentan los observadores que ni en las telenovelas habían presenciado una escena tan salvaje como aquella. Pero diferente a las telebobelas, Bertha no se desmayó ni se entregó a morir. Esa misma noche hizo desaparecer los cachos y los plátanos, dio por terminada la fiesta y se fue a dormir sola. Y procuró olvidarse del asunto y llevar una vida lo más normal posible con su nuevo esposo a pesar del fatídico simbolismo de aquel regalón el día de su matrimonio.

  Un año después, vino a tener otra gran sorpresa al parecer relacionada con la primera. Estando atareada en las labores naturales de las amas de casa, sintió golpes apresurados en la puerta y el sonido alborotado propio de zapatos como cuando alguien escapa asustado. Halló en el portal, sobre un tapete donde se leía en inglés Welcome, un bebé de pocos meses en un canasto, envuelto en “pobres y humildes pañales”. 

  Bertha Espinel entonces, conmovida y con la caridad maternal disparada, resolvió acoger en su casa el pedido no solicitado de la cigüeña: conversó con el teniente de su corazón, le expresó su deseo de adoptarlo y, una vez cumplidas las formas legales, el chico aparecido misteriosamente como los cuernos aquellos de la noche de bodas, entró a formar parte de la casa.

  Y aunque suplió una necesidad familiar por cuanto Bertha no podía tener hijos y el teniente lo deseaba mucho, el matrimonio entró en una fase de deterioro y en vías de extinción. Aseguran las comunicadoras populares que por fin la señora de los cachos, ––es decir, la señora que había recibido de regalo unos cachos––, había atado cabos llegando a la conclusión de que en la vida del teniente existía lógicamente una mujer de cuernos tomar que se había propuesto acabar con su matrimonio.  

  No había contado al respecto que durante los años de convivencia con el teniente de su corazón, la joven señora había venido recibiendo llamadas de mujer alertándola sobre las supuestas infidelidades del marido. No se sabe si por quererlo mucho, o porque no deseaba armarle escándalo ni pelea, no le reclamó nada, mantuvo la compostura, guardó las apariencias. Al fin y al cabo, ese teniente prolongaba la fama ganada por el común de los militares según la cual ellos son machistas, se las dan de guapos e imponen su dominación y capricho con sable, bolillo y pistola. Otras comunicadoras independientes, es decir, que no pertenecían a ninguna agencia de noticias, alcanzaron a informar que le habían visto a Bertha rastros de sable en las costillas y resto de bolillo en las espaldas. Pero nada confirmado.

  De todos modos, el matrimonio terminó pronto. Él se fue con otra y ella le entregó el corazón a otro señor, el cual no había conocido para nada su historial. Nuestras informantes nos dijeron que no era raro que el teniente se hubiera quedado de pronto con la autora intelectual del chasco aquel. Por su parte, el chico hoy ya muy crecido y con imagen y semejanza de teniente,  vive con su supuesto padre adoptivo.

  En un encuentro inesperado, a la salida de una Misa, encontramos a Bertha Espinel, después de muchos años. Parece haber recuperado, (así tenga el colesterol un poco alto), la chispa de la vida, pues  nos saludó con una sonrisa amplia dejando al descubierto aquella buena dentadura que le admiramos cuando todavía no le marchaba al teniente. Su hablar había vuelto a ser rápido y entusiasta. Sus ojos habían recobrado gran parte del brillo original y su caminar hacia el vehículo que la esperaba fue atlético y llamativo. Todavía le quedaba mucho de sus grandes atributos como bailarina y morena expresiva. Eso era lo más importante. A pesar de haber quedado, en cierto modo, convertida en escombros por la infidelidad y el desamor, había sido capaz de volver a levantarse para amar otra vez y hacerlo mejor.

martes, 18 de marzo de 2014

SÍNDROME DE LOS VIDRIOS ROTOS


Los observadores  concluyen que si no se arregla a tiempo una ventana destrozada en un edificio sin uso, los vándalos continuarán rompiendo cristales, un día tras otro, hasta alcanzar su ruina total

En 1969, ––según recorte de prensa––la Universidad de Stanford, (USA), el Prof. Phillip Zimbardo puso en marcha un experimento de psicología social: Dejó dos automóviles idénticos, abandonados en la calle. Uno, en el Bronx, por entonces una zona pobre y conflictiva de Nueva York; y el otro en Palo Alto.

Palo Alto, es una zona rica y tranquila de California. Pues bien. Al cabo de cierto tiempo, como lo esperaría seguramente un observador común, el automotor del Bronx comenzó a ser desvalijado rápidamente, como presa atacada por pirañas, hasta quedar reducido a chatarra. El de Palo Alto, por el contrario, se mantuvo firme y elegante.


Para el profesor Phillip y sus asistentes, el hecho era previsible, por cuanto es normal atribuir a la pobreza ––tal vez no a toda pobreza–– las causas de la delincuencia, según los pensamientos más conservadores.

Pero el experimento no terminó ahí, junto a las ruinas del automóvil del Bronx. A la semana, el de Palo Alto que estaba intacto, los investigadores le rompieron adrede uno de los vidrios de las ventanas y,  como si eso hubiera despertado unos monstruos o, mejor, los bajos instintos de los vecinos, se desencadenó un proceso destructor contra el vehículo como el que se había producido en la calle del Bronx: el automóvil acabó pronto en ruina perfecta.

¿Por qué un vidrio roto ––se preguntaron luego los investigadores en sus meditaciones existenciales–– libera el espíritu destructor y delictivo de esta gente aparentemente tan honrada y  pacífica? 
Evidentemente se fueron a hurgar la respuesta en las raíces de la psicología de las personas para las cuales el vidrio roto de un auto abandonado es el pretexto que contagia sus mentes de desprecio agresivo, de "caos naciente", que va destrabando sus automecanismos de control ciudadano y emocional. Y, también va reafirmando la sensación pública anárquica de que aquí no hay leyes ni normas, de que aquí no pasa nada así haga y deshaga, como en la batalla de las almohadas o de la fiesta de la tomatina donde sin castigos o reprimendas los protagonistas esparcen desenfrenadamente montones de fibra o toneladas de esa verdura.

Este experimento más otros posteriores, sirvieron de base a dos investigadores para concebir la "teoría de las ventanas rotas", la misma que desde la mira delicuencial, concluye que el desacato a la ley es mayor en las zonas donde el descuido, el desorden y el maltrato son mayores.

Según esa teoría, ––que ya más bien parece ley–– si un vándalo estalla un vidrio de un edificio más o menos abandonado y no se repone de inmediato ni se le presta atención al inmueble, pronto se infesta el lugar de más ociosos, como moscas atraídas por la miel, y entonces todos los demás cristales sufren la misma tragedia. De ahí también se deduce que si se cometen pequeñas faltas de tránsito en un lugar como estacionar en prohibido, exceder la velocidad, no respetar el semáforo,  sin que las mismas sean detectadas y sancionadas por las autoridades respectivas, se instituye una especie de hábito social consistente en seguir cometiendo impunemente las mismas infracciones y aún peores.

Los estudiantes y yo, por nuestra cuenta, también hicimos a este respecto un análisis modesto en el salón de clase, justo después de volver de vacaciones, con intenciones de probar la existencia no ya de una teoría sino de un verdadero síndrome no de ventanas rotas sino de "peloticas de papel". 

Resulta que arriba del aula dos arañas habían tejido un mar de amplias y magistrales redes entre un aspa del ventilador de techo y la pared, ofreciendo como es de imaginarse un tupido espectáculo de dejadez y abandono, impregnando de lo mismo al salón completo. Se presentó entonces uno de los alumnos de comportamiento superior, de esos que jamás firman Observador, el cual, tras quedarse extasiado mirando el fenómeno, fabricó rápido una bola de papel que, sonriente, la arrojó hacia ese atractivo microcosmos.
El experimento de la telaraña y sus bolitas de papel comprobó una vez más el síndrome de los vidrios rotos, según el cual, un desaseo pequeño atrae más desaseo, un mal pequeño sirve de estímulo para males mayores. Por suerte, existe el "síndrome" inverso.

Al cabo de unos segundos llegó otro chico, también de cinco en conducta, quien, ni corto ni perezoso, volteó la cesta de la basura, extrajo un papel degenerado, hizo la bola, apuntó hacia arriba y le agregó feliz otro asteroide a ese universo de telarañas. Para no alargar la historia, al cabo de muy poco tiempo, ya habían danzando allí enredadas tres docenas de pelotas de papel, más la mía porque yo tampoco resistí la tentación de subir a esa nube mi propia bolita.

Luego, en mi foro interno, aún con las redes atestadas de bolitas y con las dos arañas hambrientas, bien aburridas por cierto, comprendí que de algún modo en la psicología humana las escenas de suciedad y anarquía logran soltar las débiles riendas que gobiernan todo el arsenal destructor y malandrín que seguramente anida en nuestro interior. De ahí que, tal como lo hizo el alcalde de Nueva York en su momento, hay que implantar la teoría contraria: tolerancia cero. Disciplina total. Y creer que si el mal tiene magnetismo bestial, el bien también puede ejercer una atracción de agujero negro.

Decidí entonces despachar a las pacientes tejedoras, eliminar el caos de telarañas y papeles en bola para luego aplicarme como Dios a la organización y al orden  general del aula, a fin de que los estudiantes al otro día palparan con la vista y los otros sentidos la pulcritud del espacio donde supuestamente nos entregamos al amor del conocimiento y de la ciencia ––al menos eso dicen los poetas––, y, en consecuencia, se portaran con altura como ángeles impecables.

Sin embargo, al día siguiente, después de la primera hora, el salón pareció regresar al caos original. De ñapa habían  bolsas vacías de agua y muchas peloticas de papel adornando desafiantes el piso. 

Suponemos, sin desanimarnos ni desesperarnos que es un poco difícil, paciente y largo reversar la enfermedad de los "vidrios rotos" por cuanto venimos desde hace una historia viviendo de placeres y de amores con el síndrome. 
Tengamos fe. Después de todo, este mundo tan bello que reclama nuestra contribución para ser mejor, comenzó precisamente siendo un verdadero Caos.