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martes, 15 de mayo de 2012

El que hace humor va al paraíso


 "UNA VEZ CIERTOS APETITOSOS EXPLORADORES..

  "Una vez ciertos apetitosos exploradores cayeron en manos de caníbales, o mejor, para adelantar el cuento, cayeron en la olla del sancocho de los caníbales... –así comenzaba a narrar uno de mis hermanos su historia, una vez que nos reuníamos a compartir una especie de banquete de la palabra, muchas veces ya en el ocaso del día, al principio de la noche, sin radio, televisión, o tamagoshi alguno, con nuestro padre a la cabeza, todos los hermanos y tal cual hijo de vecina.
  Eran inicios de noches muy oscuras amenizadas por un desordenado concierto de aves bulliciosas en plan de recogimiento, además de luciérnagas fantásticas afuera, en la vegetación de la casa de campo, disparando sus diminutos relámpagos errantes. Y así, en medio de esa poesía vital, nos reuníamos a escuchar historias, nosotros los menos hábiles para el verbo y ellos, los más avanzados en experiencia verbal, para encadenar, con un humor inocente, relatos y decires que nos condimentaban la mente, nos levantaban el ánimo, nos espantaban el aburrimiento, nos curaban verdaderamente de los achaques de una vida seria y exigente, potencialmente apta para el tedio y el cansancio.
Ya más adelante entendería el pensamiento del musulmán para quien el humor debe estar incluido religiosamente en el menú de opciones principales  de la vida de un creyente, hasta el grado que bien podría insertarse en las normas existenciales que debe cumplir. En este sentido es comprensible que se le haya achacado a Buda la frase según la cual  quien hace reir a los demás, actúa como un apóstol de la doctrina viva, como un maestro práctico y entonces se merece el paraíso.
En aquella ocasión, de los "apetitosos exploradores", la noche ya había comenzado su carrera. Las aves ya gozaban los amores de sus nidos y hasta los cocuyos habían escaseado sus destellos pues ya andaban también ocupados en sus pasiones. Tras la cena campesina, nos quedábamos todavía en la mesa, a la luz de una trepidante lámpara de aceite que bregaba a proyectar en las paredes tiznadas nuestras sombras largas, las de las sillas deformes o las de cualquier otro fantasma...
—Estando entonces físicamente en la olla –continuaba mi hermano— uno de ellos, calmadamente y con picardía, le comentó a su compañero de sancocho: “Camarada, (pertenecía a un sindicato), vengo padeciendo de una diarrea endiablada. Yo creo que con estos respetables caníbales, voy a tener que pasar por la pena....
¡Ah, explorador valiente que tampoco pierde el humor así esté ya medio cocinado en la olla! Sabia lección para quienes estamos en la... O..rden del matrimonio, del magisterio, en los oficios del mundo...
"––Voy a pasar por la pena ––concluyó el camarada –– de tener que sazonar este sancocho!

MADRE NO HAY SINO UNA


El buen chico, ––a quien su mamá lo había enviado a buscarle a ella y a sus dos amigas las tres cervezas para honrar su solemne día––, abrió la puerta de la nevera y se quedó en suspenso. Fue entonces cuando gritó con sentimiento, miedo y ansiedad una de las frases más célebres de la historia:  
 "¡MADRE, NO HAY SINO UNA!"
  Cuenta uno de los folclóricos humoristas que una vez una buena maestra de escuela, precisamente en mayo, les asignó a los estudiantes la tarea de redactar una composición tierna, linda y simpática que rematara con la consabida frase:"Madre no hay sino una", frase que siempre ha puesto de relieve la importancia y el valor excepcional de las madres, así como el necesario sentimiento de gratitud, aprecio y honra singulares hacia ellas.
Al dia siguiente, entonces, en la clase de Castellano, a la solicitud de la maestra, uno de los estudiantes más juiciosos y aplicados, frente a sus atentos compañeros, declamó lo siguiente:
"Tengo una madre bella
que me quiere y ayuda,
que se muere y desvela
por verme lleno y feliz
como nadie lo hace
en el mundo por mí;
es conmigo tan única
que puedo decir con premura
que MADRE NO HAY SINO UNA!
La profesora muy complacida aplaudió al niño junto con los demás compañeros y lo felicitó por contar con una madre ideal.
En seguida, otro chico, ante la petición de la maestra, tomó la palabra y dijo:
Eres sol que ilumina mis caminos,
el mar donde mi alma desemboca,
el ser en quien se apoya mi vida...
Cuando el mundo me interroga
Si hay dos seres grandes como tú,
Respondo con voz trémula de una:
¡No, MADRE NO HAY SINO UNA!
Los niños y la maestra con ellos, muy emocionados, aplaudieron la composición. Y, al igual que al primero, le puso cinco en la planilla de los indicadores de desempeño y lo felicitó repetidamente por alabar a una madre tan sublime.
Finalmente, le correspondió el turno a uno de los chicos más intranquilos del salón, firmante asiduo del Observador disciplinario, quien, puesto en pie, aferrado a su cuaderno, empezó a leer su composición:
"El otro día en mi casa de invasión
mi madre alegre con dos amigotas
celebraba ruidosa y con palabrotas
de las madres la especial celebración.
Entonces, ya bastante alegrona,
para honrar a las compañeras,
protestó con rejo y gruñona
que urgente fuera al congelador
por una ronda de cervezas...
Fue cuando, al abrir la puerta,
me quedé allí sufrido y yerto,
Entonces grité con amargura,
angustia infinita y con apuro:
!AY, MADRE, NO HAY SINO UNA!
Mientras sus compañeros reían fuerte aplaudiendo mucho, la maestra, por su parte, sin hacerle reparos o correcciones, también marcaba un "chulito" en la planilla de calificaciones, signo de que el niño había cumplido la tarea, así hubiera puesto una coma de puntuación después de "madre", trastornando bastante la sintaxis de la última línea. Pero no se le pasó por la cabeza felicitarlo como a los otros dos por tener también una madre tan humana y tan real como el mundo donde él había nacido y estaba viviendo.
Era claro también que el chico inteligente entendía bien la importancia de resaltar la existencia excepcional de las madres mediante ese verso trillado "madre no hay sido una", sólo que a él le había tocado precisamente una gustosa de la cerveza y de otras tentaciones mundanales. No era por lo visto una mujer de amores poéticos, con credenciales celestiales. La maestra lo entendería después, cuando en su alcoba, en el colchón, reconocería que las madres en su mayoría son mujeres con cualidades naturales y con defectos sobresalientes, pero que cumplen con sacrificio su papel en la crianza y en la formación de su prole, tal como inclusive lo hizo la de ella, cuya tumba visitaba seguido.
Al día siguiente, entonces, felicitó al muchacho por su creatividad y por tener una madre especial, alegre y, sobre todo, muy enérgica.

martes, 1 de mayo de 2012

ESTA SEMANA EN CIRCULACIÓN EL OBSERVADOR 17

Aquí te adelantamos la portada
de la edición correspondiente al
mes de mayo...
(Dirás con razón que ya era tiempo, que la espera había sido de casi dos meses. ¡Qué pena! Hubo ligeros contratiempos que después les comento!