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martes, 21 de octubre de 2014

POESÍA PARA RINA

Otra vez en mis sueños, por una calle llamada Anhelos, pasó por mi lado la chica Rina. Una chica inteligente, bien estudiosa, atractiva y que, en definitiva, "engolosina" los ojos de quienes la miran.

Exclamé entonces a su paso, en uno de mis habituales ataques de alocada inspiración:

--¡Rina, eres la chica que me fascina!

 A lo cual ella hizo un gesto de repulsa en vez de la sonrisa bella que yo esperaba. Pero, como pasa en los sueños y lo recalca la canción, "no me dí por vencido". Y mientras iba pensando en una nueva estrategia lírica, me volví hacia mi Ángel de la Guarda (recuerden que estaba soñando) y le comenté:

"Fíjate que ahora las muchachas no aprecian en nada la poesía. Les gusta más la prosa directa y la más sencilla".

Resolví entonces alcanzar a Rina para dedicarle un nuevo verso que se me vino a la cabeza, así de repente. Y alzando con sentimiento los ojos al cielo, con la mano en el pecho, así como un marranito degollado, declamé en viva voz:

Rina, ante ti mi piel se enchina,
Como…. 

(Y aquí me detuve para pensar en voz alta, porque se me había acabado la inspiración. (Y bien rápido que se acabó). Dirigiéndome desesperado a mi compañero, o sea a mi Ángel, en el acto, le imploré: 

¡Ayúdame a terminar el verso –le dije-- con qué palabra rima "enchina"…Al segundo él respondió: 

"Ya la tengo". (Y me lo dijo al oído).

 Fue entonces cuando, retomando el supuesto poema completé el incompleto verso, sin perder ese talante de declamador, o sea ese de marranito degollado:

Rina, ante ti mi piel se enchina
Cual la misma piel de la gallina.

El efecto fue mortal. La bella Rina se detuvo de inmediato. Me miró fríamente, haciendo un gesto de desagrado y excomunión. Y, alzando la voz con ironía, comentó para todo el universo:

-Es lo más simple y bobo que he escuchado en mi vida.

Me quedé mirando de reojo a mi compañero que también era malito para la poesía y le comenté burlonamente al punto:

--Ya te lo había dicho, amigo. Hoy día las chicas no aprecian en su verdadera dimensión la poesía. Creo que Rina, esa chica que me fascina, hubiera dicho lo mismo ante un verso de Neruda, Amado Nervo o de Bécquer.


-Él, sonriendo de buena gana, le concedió la razón a la chica, haciéndome entender por telepatía que mi copla era realmente una tragedia.

"También importa mucho –complementó a continuación mi "Dulce compañía"-- de qué labios son oriundos los versos. A lo mejor de quien ella guste de verdad, a quien le deba sentimientos especiales de alma y corazón, y a quien ella tenga en la gloria de su pensamiento, la emocionaran profundamente sus palabras, así él exprese la prosa más simple, más reguetonera o más absurda. O así no diga nada.

Y en eso mi Ángel tenía toda la razón. Y mientras Rina, a quien un día el amor de alguien afortunado le pondrá la piel de gallina, continuaba su camino por mis sueños, yo emboqué por las sendas tortuosas de la realidad. (Eso quiere decir que desperté).

domingo, 19 de octubre de 2014

SUEÑO PERDIDO


Me rendí finalmente a la seducción hecha mujer, comprendiendo al tiempo, en un éxtasis inesperado de pasión celestial, que la chica me estaba adoctrinando sabiamente con sus ojos, su sonrisa y su presencia en el encanto absoluto del amor. Entonces quise para ella el mundo, la dicha, mi tiempo, mi eternidad, mis brazos, mi humanidad...


Por Lebb

Soñé que era un ducho en el amor, en cuanto a piropos, consejos y conquistas se refiere. Y así, con tal presunción me dirigí a la cocina a echarle algo de amor caliente al estómago. Una vez allí, le manifesté mis ganas a la chef, chica de cabello amonado, largo y lacio, ojos canelos, encantos embriagantes y muchos corazones que hasta se le salían por los poros:

­–Deseo Te. Y ella exaltada de súbito, sonriente y sugestiva, me replicó:

–¡Aquí estoy de una, para cumplir todos tus deseos! 

Pero enseguida, con leve sonrisa y algo de malicia allá dentro de mi verde corazón, le aclaré a la ferviente apasionada el sentido de las palabras:

–Lo que quiero decir es que: Deseo tomar la bebida llamada té.

–La chica chef, con sonrisa recién apagada, un tanto ruborosa pero con ojos capaces de enamorar al mundo entero, aceptó mi enmienda, diciendo:

–Maestro, definitivamente, debes hablar claro y concreto. Fue entonces cuando volví a la petición original, diciendo:

–En realidad lo que quiero es saborear Té. Ante lo cual la chica con ojos brillantes, sonrisa complaciente y movimiento explosivo de caderas en salsa, exclamó:

–Cuando de sabores se trata yo ofrezco los mejores. ¡Comencemos! 

Volví a mirarla simulando extrañeza pero en realidad con el alma entusiasmada. Pero, como maestro honorable de amores, hube de inventarme un dulce llamado de atención:

–Otra vez, jovencita —dije serio— me estás malentendiendo. Eso está mal hecho.

 Ella entonces, al parecer arrepentida y silenciosa se quedó mirando el piso. Entonces, como mi estómago no aguantaba la abstinencia, le expresé despacio, por tercera vez, mi petición inicial:

–Quiero Té. Y mucho.

 Y la chef que era linda, amante de la vida y adoratriz del amor, inevitablemente, se exaltó de nuevo, levantando los ojos, botando por ellos corazones:

–Maestro —exclamó— Yo también te quiero. Pero dímelo al derecho, así suena MÁS bonito.

Viendo entonces en mis sueños que la hermosa chef no quería saber de la bebida sino de amores, se me olvidaron los antojos de Té y de cuanto existía en el mundo. Agradecí en el acto al Dios del universo e inventor del Paraíso, la abundancia de placeres y bendiciones y también lo alabé con júbilo por la superpoblación de mujeres bellas e irresistibles, no sin antes, para complacer a mis entrañas, expresar por cuarta vez mi siempre malentendida solicitud:

–Mujer bella, quiero en verdad tomar Té.

Entonces, la chef retomando la emoción de una mujer enamorado, gritó con entusiasmo:

–Oh, maestro. Haberlo dicho antes, desde el principio. No hablemos más. ¡AQUÍ ESTOY LISTA, TÓMAME!

Me rendí finalmente a la seducción hecha mujer, comprendiendo al tiempo, en un éxtasis inesperado de pasión celestial, que la chica me estaba adoctrinando sabiamente con sus ojos, su sonrisa y su presencia en el encanto absoluto del amor. 

Entonces quise para ella, olvidándome del dichoso té, quise para ella el mundo, la dicha, mi tiempo, mi eternidad, mis brazos, mi humanidad. Desgraciadamente en esos momentos me desperté. (No me creerán, pero he intentado infinitas veces volver a tener el mismo sueño).