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lunes, 12 de marzo de 2012

EL LIDERAZGO NO SE IMPROVISA


Desde pequeños los estudiantes deberían ir descubriendo para qué son buenos y cómo ir desarrollando a la par sus aptitudes de emprendimiento, de servicio y acción en favor de los demás, porque el liderazgo NO SE IMPROVISA... 

El otro día en la sala de profesores, (donde hay alegría, se habla mucho, se oye de todo, y ––con el perdón de las excepciones–– se hace poco), estaba tratando de escribir este editorial para el OBSERVADOR 16, ––cosa que me cuesta bastante–– sobre la importancia de descubrir y fomentar el potencial del liderazgo en los estudiantes, cuando de pronto se me puso de espaldas, por delante, una de nuestras más eminentes profesoras, mientras alguien la saludaba efusivamente diciéndole con cariño: “Hola, Merceditas”. A lo cual, yo, que tenía la visión reducida de la sala por culpa suya, comenté en voz alta, emocionado: “¿Merceditas? ¡Qué Merceditas! ¡MERCEDOTAS!
Todos lógicamente nos sonreímos un rato, mientras mi cerebro andaba en busca de ideas para sustentar por qué la potenciación del liderazgo estudiantil no sólo beneficia a la democracia escolar, sino que viene siendo la flor y nata de cualquier proyecto educativo, que justifica y valora precisamente a las  respectivas Instituciones, por cuanto prepara a los estudiantes para sean, ante todo, líderes de su destino, agentes de cambio para su entorno y manejadores eficientes de sus competencias humanas.
Estaba medio centrado en estas ideas cuando entró a la sala la única profesora que ostenta título nobiliario de reina, en el colegio, en razón de su apellido “Reyes”, “coronada” en consecuencia... precisamente desde el nacimiento, ––para que no piensen, malpensados, en otra cosa–– Y, para más señas,  seguidora y admiradora no tanto de mis atributos, sino más bien del OBSERVADOR, y quien también, con otras atractivas compañeras, guía y comanda a la legión de los chiquitines, criaturas fogosas quienes desde esas instancias de su formación, pienso yo, ya deberían ir descubriendo para qué son buenos y cómo ir desarrollando a la par sus aptitudes de emprendimiento, de servicio y acción en favor de los demás, porque el liderazgo NO SE IMPROVISA, sino que se construye desde la cuna, y se debe ir fortaleciendo en el hogar, en el colegio, mientras se va subiendo de curso y a medida que se exponen a su entorno y a su respectiva problemática. No se improvisa, por lo tanto, en el último día de la vida ni tampoco en el último año de colegio.
 Estaba así medio pensando en el asunto cuando descubrí a las dos únicas chicas que se atrevieron a lanzarse de candidatas a la personería este año.  Estaban las dos bellezas pegando en las paredes su publicidad política no pagada en un intento por conquistar votos a punta de caras felices y muchas promesas escritas.
Y, en esas, al atisbar los campos a través de la ventana ––como dicen por ahí los que atisban a la sociedad y al medio ambiente, se me dio por pensar que tal carestía de candidatos se debe seguramente a que no hemos preparado bien el terreno, o sea el clima escolar, no se ha abonado ni propiciado el surgimiento y el desarrollo de tan selecta y fecunda raza de líderes estudiantiles. Eso por una parte; y, por otra, la experiencia ha demostrado contundentemente que la labor registrada por los elegidos en el mayor cargo estudiantil, ha resultado por tradición opaca y nada digna de recordarse. ¿Culpa de quién? No te pongas a la defensiva: No es tuya ni mía.
Estando en estas apesadumbradas consideraciones entró a la sala, el profesor emperador, a quien yo saludo con respeto y en posición marcial, exclamando: "¡Ave, César!" A diferencia de los dictadores romanos, es abogado y promotor de la democracia escolar. Y él sabe bien que nos toca la tarea de descubrir y de impulsar una nueva generación de líderes estudiantiles, con mente libre, creativa y honesta, pensantes y devotos del bien común, que tomen parte efectiva en la solución de los problemas escolares, y que sobre todo, sean practicantes fervientes de la democracia.
Me parecieron celestiales estas últimas palabras, muy aptas para los ángeles y muy propias de político experimentado en el manejo de la demagogia electoral.
Pero las escribí con gusto en virtud de la esperanza en las utopías que a todos nos fascinan; y con ellas, no ocurriéndose más por el momento,  me dispuse aliviado a concluir el editorial de esta edición.

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