Por Lebb
Para los creadores de los conocidos filmes del “Efecto
mariposa”, “Babel”, “La máquina del tiempo”, entre otros, cada vez que los
seres humanos actúan o dejan de actuar se desencadenan unos efectos inevitables
en sus destinos. Para unos las posibilidades aunque son muchas siempre te
conducirán a resultados inesperados e incluso catastróficos. En la “Máquina del
tiempo” el protagonista podrá retroceder en el tiempo cuantas veces quiera pero
siempre en todos los finales tendrá que sentarse a llorar la fatalidad de la
muerte de quien ama. Sus maneras de morir sería lo único que podría alterar,
como prueba de un determinismo del pasado sobre el futuro y del verdadero
presente sobre lo porvenir.
No hay que pretender entonces volver al pasado para
deshacer una muerte, o regresar calendarios para recomponer acontecimientos del
presente, como en las películas.
Lo único que importa ahora es el mundo de las
posibilidades mientras la vida para nosotros sea una realidad y el tiempo
exista, mientras tengamos la pelota en la mano y
estemos con alientos para echarla a rodar. Se trata
pues de aguardar realidades futuras impredecibles pero seguramente
satisfactorias siempre y cuando ahora ejercitemos la teoría de las posibilidades de acción y protagonismo. Clara
posición de actuar en vez de quedarnos en la inercia, de intervenir en lugar de
ser cómplices de omisión. No dejar para un mañana abstracto lo que puedas
concretamente hacer hoy.
Efecto
mariposa
De lo contrario, una especie de remordimiento tóxico
nos enfermaría en el futuro más que al protagonista Evan del Efecto mariposa, por cuanto todo tiene
que ver con todo y somos de algún modo interdependientes. Por eso cada individuo es un
eslabón de la inmensa corriente de energía y de vida y cuenta mucho. Tiene un
amplio poder de elegir posibilidades de acción, según su entender, su voluntad,
su responsabilidad, y desencadenar, así sea a partir de pequeñas modificaciones
de su entorno, o de ajustes en su conducta, grandes modificaciones del mundo
que le corresponde. Como no hay posibilidad
(en las películas sí y, sin embargo, los fracasos son frecuentes.) de alterar
el pasado para cambiar el presente, sólo queda la oportunidad de influir
positivamente en el presente para que exista un futuro satisfactorio, y es a
través de las acciones que puedas
hacer ahora, no antes ni después.
El aleteo de
una mariposa al cual se refiere el proverbio chino alude a esta versión del
efecto, de ahora para el futuro, similar
al efecto de la bola de nieve o de la
gran ola en un estadio de fútbol: basta que algunos comiencen a hacer la
ola y, de repente, todo el estadio es contaminado y surge una inconmensurable
ola: la fascinante teoría de las posibilidades: un pequeño gesto puede
ocasionar grandes transformaciones.
Los Aleteos son las modestas contribuciones que cada uno aporta al
bienestar de su sociedad, los pequeños heroísmos en favor de algunos
necesitados (el vaso de agua que se le da a un sediento, según el Evangelio),
que de pronto trasciende hasta el otro lado del mundo o hasta la eternidad. (Lo
que dejó de hacer el rico opulento con el pobre que se moría de hambre a su
puerta).
Cadena de
favores
Definitivamente estamos formando parte de una
historia humana de sí se puede. No un
mundo de despecho, oscuro, sin luces de cambio. Basta la existencia de ideas
fuerza en la mente y en el corazón de quienes almacenan en su interior
convicción y entusiasmo y, por lo tanto, son capaces de ponerlas en marcha.
(Incluso Stephen Hawking cree en la posibilidad de usar túneles en el
espacio-tiempo para poder viajar hasta otros planetas o universos paralelos. Es
un científico admirable y fiel partidario del sí se puede.)
Es entonces cuando la progresión geométrica de pagar por adelantado a tres personas
desconocidas un favor recibido, puede terminar generando una infinita
cadena de salvación para un resto de humanidad. Y esa posibilidad de cambiar
vidas y de perfeccionar el mundo la selecciona y aplica un niño (el mejor
candidato para el Reino de los Cielos) entre muchas otras posibilidades que
algunos escogen pero que nadie lleva a la práctica.
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