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sábado, 17 de diciembre de 2011

SOBRE EL LOBO SAMARITANO

La libertad de decir casi lo mismo, pero con algunos cambios que uno considera apropiados y conformes a su inventiva

En el texto que me sirvió de base para mi versión personal, no se habla de un lobo sino de una liebre. Y no se habla de “Samaritano”, sino de generoso. Por su semejanza con el célebre pasaje evangélico, decidí llamar el cuento, entonces, el lobo samaritano.
Aquí el primer cambio porque ¿cómo es posible que un vegetariano como la liebre, abajo en la cadena alimenticia,  se vuelva fácilmente predador para conseguirle carne fresca al tigre doliente? Además ¿cómo podría un minúsculo e indefenso animalito arriesgarse de esa manera al exponerse a una fiera  malgeniada y hambrienta? Preferí entonces cambiar de protagonista sustituyendo a la liebre por un lobo.
  Además, el conejito de por sí genera ternura y es muy fácil para el lector aceptar su papel lindo de salvador. Opté entonces por ese llamativo animal que por tradición actúa en las fábulas de astuto y malvado. La elección responde también al hecho de que es más probable que un carnívoro y cazador comprenda mejor la situación de un colega en necesidad.
  Por otra parte, en una versión se habla de un monje que adoctrina a su discípulo. Preferí un maestro de metodología informal para quien la experiencia personal enseña mejor que un discurso o una cátedra.
  La fábula original no incluye el segundo párrafo de mi composición. Eso lo he añadido de mi cosecha personal. Incluso en el Observador --ya hace algún tiempo-- publiqué una nota real al respecto en la casa de una estudiante donde se observó el fenómeno, que es algo muy repetido en el reino animal. Me gustó agregarle eso de que la perrita le pasaba la lengua al gatico enclenque por su cuerpecito sin que se asqueara ya que se le llenaba la boca de pelos. Eso significa sacrificio y una muestra mayor de amor materno.
 En el tercer párrafo ya el lobo aparece en la vivienda del tigre con carne fresca, recién sacrificada. Hago alusión con ese adjetivo a la solidaridad inmediata, fresca, no retardada.
  No se encuentran pruebas en el reino animal de criaturas que sigan rutinas de bondad como es el caso fabuloso de este relato. Pero es posible que se continúe una cadena de actos bondadosos con un mismo animal en estado de indefensión y menesteroso. Supongo que la perrita no lamerá a la gatica el primer día y ya el segundo día le clavará el colmillo. Llegará el día en que los papeles ya se vuelvan normales.
Adrede introduje la aclaración de que “el lobo depositaba parte de la cacería tenaz  cerca donde el felino desvalido podía devorarla”.  “Tenaz” y “cerca” describen la calidad y el esfuerzo de la cacería, por una parte; y la natural precaución de un animal ante otro que le genera “respeto”. Alusión tal vez al consejo evangélico de ser “prudentes como serpientes y sencillos como palomas”
   A la experiencia del discípulo que quiere engañar a la gente haciéndose el enfermo y desvalido para acaparar la atención de los transeúntes, le he añadido algunos elementos jocosos, como el de los “perros asesinos” (que no eran ni tan asesinos, porque apenas le dejaron marcas de dientes en sus glúteos); además, la natural depresión del joven discípulo por no recibir respuesta generosa de sus congéneres, de la misma forma que la recibieron los animales necesitados de la historia; y la actitud del mismo maestro que parece divertirse a expensas de la experiencia aparentemente negativa de su discípulo.
  Alguien podría poner en duda de que la gente viendo el simulacro de “Siervo doliente” del discípulo se mostrara indiferente, incapaz en absoluto de solidaridad, cuando vemos hoy día tantos avispados que explotan la ingenua caridad de sus prójimos en las calles, en los buses, como muestra de que la sociedad no es tan insensible como el texto original lo describe. Bueno. En ocasiones hay que exagerar un poco. Y no es raro, por lo demás, que un embustero o engañador, como en nuestro caso y como en el del pastorcito mentiroso, por ejemplo, caigan víctimas de sus propios inventos.
Les confieso, por último, que fue divertido despedazar y recomponer un cuento interesante que a muchos les puede disgustar por su carácter eminentemente moralista. Ese es el objetivo original de la historia. No me he desviado de las intenciones primitivas de su autor, al cual le agradecemos su creatividad. Seguramente en el futuro, cuando digiten en un buscador “lobo samaritano”, aparezca mi composición. Y a otro le parecerá fácil, despedazar y recomponer mi historia a su libre y antojadiza voluntad. Tiene permiso. Así como ustedes tienen permiso para simular que andan necesitados, sin amor y sin bienes, cuando en verdad andan en la opulencia.

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