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domingo, 4 de diciembre de 2011

¿Sin ser correspondido se puede ser feliz?


Cuenta otra vez la misma leyenda del otro día, pero en otra versión, que una vez existió en una región cercana una especie de gurú del amor y del común entender de la vida, del cual quedaron algunas anécdotas como por ejemplo aquella, en víspera de terminar el año escolar, cuando el viejo maestro hizo tenazas con sus brazos par aprisionar a una tal Damariz (Por esta sola vez haré la excepción de apuntar nombres propios) mientras vociferaba a los circunstantes, imitando una subasta: "¿Quién DA MÁS?" Y él mismo se contestaba, diciendo: "¡Damariz, Da más!" Lógicamente en estudios, en aplicación y en encanto. (Para que no imaginen otras cosas pecaminosas).
Pero luego comenzaba a dar recomendaciones a sus discípulos que iban pasando a fin de que sus vacaciones fueran satisfactorias. Por ejemplo, a la recién formada pareja de novios del grupo mayor, cuya chica se llamaba Yurany les recomendaba que se amaran mucho pero  manteniendo quietas las manos y guardando distancias como entre los vehículos en movimiento: "¡Cuídense de las tentaciones –les aconsejaba– para que no les toque criar "yuranitos" antes de tiempo. Y con "yuranitos" se refería obviamente a los "chinitos" o niños, que definitivamente son lindos, pero a su tiempo y bien pocos.
A una chica muy paseandera de apellido  Valderrama de una finca al lado del colegio le sugería que no fuera a estar DE BALDE, porque la ociosidad siempre le coquetea a los vicios.
Al chico de más allá prendado de una tal Marey, a quien cada rato le confesaba: "¡Marey, me mareias, el corazón!" , le recomendaba que empleara a fondo las mejores técnicas de conquista, pero que tampoco fuera a volverse un desesperado, un compulsivo o un loco. El mundo, ciertamente necesita de la locura del amor, pero no de obsesivos que se enloquezcan y desesperen por amores imposibles o no correspondidos.
A otro que tenía la mente ida y el espíritu abatido porque la chica de sonrisa brillante, pasión de sus recuerdos, no se dejaba ver y lógicamente ni lo saludaba, lo animaba a entrenarse tanto en la técnica del  desenamoramiento como en la estrategia de amar todo lo bello, todo lo bueno y todo lo necesario que la vida generosamente nos ofrece en el mundo, incluyendo tantas personas amables.
Armando creo que se llamaba el chico. Y el maestro lo molestaba con el chiste telefónico de: "¿Está Armando?" Y al otro lado, el cómico le contestaba: "¡No, todavía no. Hasta ahora estoy leyendo las instrucciones!"
 Pero él, afanado y ansioso de los ojos acaramelados de la chica, le preguntaba al maestro con insistencia que si podría ser feliz sin su presencia y sin sus amores.
Ese gurú, consciente de que Armando se estaba realmente desarmando por dentro, le contó entonces la historia de aquel hombre que se fatigó mil veces en batallas perdidas aspirando al amor de una sola mujer, pero que al final, cansado y deshecho, sin tener una doncella propia que lo acariciara y le pegara los botones de su camisa, entre otras cosas entretenidas, entendió, por fin, que su salvación existencial la lograba solamente amando él, sin esperar correspondencia ni tampoco recompensa por hacerlo, amando el aire, amando las flores, el cosmos, el Dios misterioso, incluso amando los recuerdos suyos: "En eso radica la felicidad, puesto que amar es la vocación esencial del ser humano".

1 comentario:

  1. Comento personalmente que las personas mencionadas excepcionalmente en este editorial del observador 15 fueron benévolas conmigo y no tomaron a mal las respectivas alusiones. Más bien sonrieron, se sintieron interesantes y contentas por haber aparecido de esa manera en el periódico. Al supuesto Armando a quien el dulce recuerdo de la chica aquella lo sigue como a su sombra, el tal gurú continúa adiestrándolo en el arte difícil de manejar el trauma o la pena que deparan los amores esquivos, quiméricos, aquéllos que llegan al medio día de la vida de uno, cuando deberían llegar temprano, como el rocío de la aurora.Yo creo que él podrá sobreponerse a la situación. Se lo ha comentado al gurú que hará lo imposible por olvidarla, aunque le toque morir en el intento. (Bueno, esto último de "morir en el intento", es una frase de telenovela)

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