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jueves, 26 de octubre de 2017

¡Enseñar al que no quiere!

Un promotor de mártires propuso a sus colegas la siguiente obra académica, de carácter penitencial, suficiente para santificarse en el magisterio: 
"Enseñar al que no quiere aprender ni le gusta estudiar y, encima, es alborotado"



   Para algunos el éxito del proceso enseñanza-aprendizaje NO depende necesariamente de métodos o de recursos didácticos; sino más bien de la voluntad y del corazón de los estudiantes. He aquí -aseguran- la prioridad. Lo demás es añadidura.

   "Frente a sus alumnos, un buen amigo, último modelo, exhibía sus mejores atributos de maestro. A su diestra, un amplificador japonés tronaba al son de su voz catedrática. Un proyector de tres mil lumens destellaba contra una pantalla teatral en lugar de tablero. En el aula espaciosa se inhalaba una brisa fresca, ensoñadora, celestial, acondicionada para  pieles calenturientas. Los pupitres no eran de aquéllos  de antaño, mendicantes y de dura tabla, sino sillones espumosos y reclinables, -incluso automasajeadores-, donde, de hecho, se acunaban a sus anchas los delicados cuerpos estudiantiles pudiendo disfrutar estos lindos protagonistas de la educación, no sólo del hechizo de sus celulares o de los deleites de la amistad con sus vecinos, sino también  de goma de mascar, colombinas o de crujientes palomitas de maíz. Entretanto el maestro, el menos interesante de la representación, se seguía desgastando inútilmente delante de ellos.

   A la izquierda de este actor, sobre una mesa de filigrana, con normas de calidad extrema, su plan de área, de clase, de mejoramiento, de vida, sus índices sintéticos, etc., etc. Redoblaba enseguida sus esfuerzos por cautivar el interés de los presentes para que asimilaran satisfactoriamente los contenidos sobre los cuales iban a interrogarlos en las pruebas Saber, Pisa y Pasa y otras por enumerar.

   Sin embargo, -añadía nuestro narrador, con aire de pesadumbre- contra la lógica elemental, contra la tecnología sofisticada, aun contra la voluntad divina, la mayoría de los jóvenes de esta ficción no aprendían nada, pocos aprendían poco.

   Los investigadores del lugar pretendían explicar el fenómeno aduciendo que a los jovenes les faltaba 'cultura de estudio', genes activados para el conocimiento, neuronas con vocación para el aprendizaje, presencia básica de disciplina, hasta carga de energía cerebral suficiente... Nuestro apóstol no les creyó y optó más bien por prepararse más y mejor: hizo un doctorado en TIC, una especialización en REDA, volvió a ser doctor en currículo y motivación escolar y magister en... en... muchas cosas más.

   Y, volvía motivado una y otra vez a las aulas y siempre le sucedía lo mismo: Sus estudiantes seguían, como de costumbre, de ferias y fiestas en los salones lujosos, bien equipados, sin querer y sin poder aprender.
Fue hasta cuando conoció en un taller milagroso a un tal Roger que cambió un poco esa mentalidad suya de super prepararse por los siglos de los siglos, para seguir siendo el mismo y haciendo lo mismo.

   Este personaje, --cura entre otros títulos--, le predicó que para muchos peritos en materia educativa el éxito de la acción enseñanza-aprendizaje NO depende ni exclusiva ni necesariamente de los métodos o de los recursos didácticos empleados; sino más bien –incluso en un porcentaje determinante- de la voluntad, del corazón y del empeño que los estudiantes demuestren durante el proceso. He aquí -aseguran- la prioridad. Lo primero es añadidura. 

   Y luego, a solas, Roger oyó en confesión al atribulado docente que se sentía un tanto pecador por no lograr volver sabios a sus alumnos ni conseguir que el índice sintético de calidad de la Institución ascendiera hasta las nubes. “¡Acúsome, padre, -le susurró contrito al oído- de no ser capaz de cumplir la espiritual obra de misericordia que me obliga a enseñar al que no sabe”. Fue entonces cuando ese hombre de fe en las causas perdidas lo tranquilizó y animó a continuar sus faenas académicas con la mentalidad férrea similar a la de aquel sembrador terco que va esparciendo la semilla por una variedad de terrenos aun contra la amenaza de que no fructifique o lo haga a medias.

   Sin embargo, cuando el penitente le mostró el video de su estéril experiencia de maestro y le dibujó la idiosincracia de sus pupilos, Roger se rascó levemente la cabeza medio calva y sentenció: "Amigo mío, el aprendizaje sucede cuando alguien quiere aprender, no cuando alguien quiere enseñar. Y teniendo esto en cuenta, y aconsejando de paso al sembrador, conviene preparar previamente a los destinatarios de la siembra del conocimiento.  Tú has querido fervorosamente enseñar y, de hecho, lo has intentado con PTA, TIC y TLJ (Todos Los Juguetes), hasta el extremo. Casi hasta morir en el intento. Pero, ellos, por su lado, no te han correspondido, porque se nota a leguas que no saben ni responden. Por lo menos no quieren aprender lo que tú te obstinas  en enseñar. Esta relación de enseñanza-aprendizaje es similar a la de pareja: si se aspira a besos comunes, a pasiones recíprocas, los dos tienen que querer. Ambos deben poner de su parte todas sus partes: labios, corazón, piel, y 'muchas cosas más'".

   Tras una leve pausa durante la cual nuestro colega iba pensando y rezando por sus estudiantes para que se convirtieran del no querer al sí querer, Roger continuó: "Es primordial disponer el ánimo, la voluntad y la conciencia de los estudiantes, antes de proponerles la opción de aprender. Es decir, primero hay que convertir el estudio en una provocación; en una seducción, la preparación académica. Cosa fácilísima para una dama con muchos encantos cuando de seducir a un hombre se trata. Basta no más que, tentadora, se le pase una sola vez por delante. Y en el acto, ese hombre, quizá por adrenalina o por crudo instinto, se aprende de memoria la geografía de su cuerpo, además de su número telefónico, así ella se lo dicte entre los dientes. Pero en nuestro caso es un poco más trabajoso persuadir a los estudiantes del gusto y del placer que depara el estudio. -Y alzando el tono de su voz, interpeló al penitente-: ¿Qué decidir entonces?"

   Nuestro amigo, en son de respuesta, adujo que algunos observadores atribuyen el origen del No querer aprender a la familia, a los genes, a la sociedad, a las flaquezas propias del ser humano que incluyen claramente los pecados capitales, entre los cuales sobresale la pereza, gestora de ignorancia, de omisión, entre otros males.
Roger retomó su discurso añadiendo que no es de docentes decentes  considerar el pasado y las experiencias malignas que haya tenido una persona para etiquetarlo de incapaz para aprender y tener éxito, hoy. La historia incluso ha demostrado que muchos de los grandes hoy han sido zarandeados rudamente  en el ayer. 
Más bien es preciso recurrir a razonamientos existenciales persuasivos con los estudiantes para que vengan al colegio no sólo por costumbre generacional, por socializar con amigos, o para conseguir primeros amores, segundos o terceros; sino que, con prioridad vienen a entrenar su mente y su espíritu para darle gloria, orientación y pasiones a su vida. "Nada es más penoso e infecundo -dictaminó- que pretender enseñar matemáticas, Español,  inglés, o lo que sea, a quienes no le ven gracia ni valor ni uso a cuanto se les propone que aprendan. Se desgaritan más bien hacia la indisciplina, hacia las aplicaciones lúdicas del celular, hacia el vaivén alimenticio y charlatán de sus mandíbulas. Prefieren volverse adictos al rebote del balón, a la evasión de clase, de tareas, de hacer bien las cosas. Sin ideales y metas bien definidas en materia de estudio, el joven es peor que un botecito de papel en medio de una crecida del Río de Oro: A todo pretende sacarle chiste bobo, todo es jolgorio para él, el resorte  que realmente lo impulsa, no es el querer aprender ni ser responsable como estudiante, es graduarse y ser plenamente un mamagallista feliz".

  Roger detuvo la palabra, cerró los ojos y entrecruzó los dedos como si implorara por quienes se dedican a predicar el Reino de Dios y su justicia, y consiguen que poco o nada cambie. Al cabo de tan piadosos segundos, abrió los ojos y exhortó a nuestro amigo, a titulo de penitencia:

  "Os propongo, finalmente (Roger es español, usa 'vosotros')  a ti y a tus colegas la siguiente obra académica, de carácter penitencial, suficiente para santificaros en el magisterio: 

"Enseñad al que no quiere aprender ni le  gusta estudiar y, encima de eso, es alborotado. Captad primero su voluntad, el querer y el gusto por el estudio, por el saber y el poder que otorga la sabiduría. Haced que ellos se quieran y  quieran. El aprendizaje entonces se irá construyendo y avanzando sobre ruedas con el protagonismo ante todo del estudiante, (a ritmo autodidacta), sin tanto formato y plantilla, incluso con metodologías simples y hasta con recursos didácticos muy pobres".

   Y, por último, levantando los ojos y la mano hacia las alturas, le impartió la bendición deseándole que el poder, la sabiduría y hasta la suerte lo acompañaran en esa severa misión de "enseñar al que no quiere aprender ni le gusta estudiar y, encima de eso, es alborotado"

1 comentario:

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