Según la leyenda, hay ninfas especiales que sólo disponen de
24 horas para ser felices; sin embargo, una vez su Rey, al alba de tan
maravilloso día, se levantó de mal humor, con cara de funeral; fue entonces..
Cuando en una asamblea les
comunicó a la reina y a los súbditos su profunda preocupación:
"Nos quedan contadas horas
de vida: -les dijo con los sentimientos propios de un condenado a pena capital-
Si bien es cierto que pronto dejaremos el charco para volar frenéticos en busca
de pasión y sexo sin más afanes terrenales, al final, caeremos nuevamente al
agua y moriremos para siempre... Y encima nunca nadie se acordará de
nosotros"
Los efímeros escucharon atentos y
con respeto las palabras trascendentales del Rey, pero sin dejar de presaborear intensamente el
placer del día que los aguardaba.
Tan alarmante era la facha del
afligido en medio del tenso auditorio que hasta un chinche genial que pasaba
por ahí de vago por la superficie del agua se le quedó intrigado mirándolo como
un samaritano, porque sabía de sobra que ese primer día de primavera así fuera
el último de los efímeros, era para ellos el más productivo, el que más
agradecía el mundo. Día no apto ni siquiera para comer, ni para estudiar, menos
para las palabras ni para contar leyendas como ésta; día sólo apto para la
feliz pasión, para el multiforme sexo veloz con una y con otra, sin pausas ni
resuellos.
El chinche también sabía que por tradición milenaria, nadie, menos un
rey, se había enfrascado en cuestiones filosóficas sobre el sentido y la
brevedad de la vida, sino que más bien, como en la carrera de los cien metros,
apenas medio llegaba el fulgor de la aurora, todos los efímeros y efímeras,
feos o bonitos, gordos o flacos, abandonaban en estampida el abismo de las
aguas del pequeño lago donde cual ninfas fantasmas habían estado esperando esa
especie de resurrección a su vida sensacional, así tuviera la duración
relámpago de un día.
Pero en esta ocasión para asombro
de muchos hubo una especie de aguafiestas en la persona precisamente del Rey, a
quien las generaciones venideras, no obstante, le tributarían honores, frente a
una escultura suya, por cuanto gracias a sus afanes mentales, el universo se
acordaría perpetuamente de todos los efímeros y de sus amores.
Pero fue también por los buenos
oficios del chinche, el cual, tocado por el drama de sus prójimos, se prometió
cabalmente: "¡Iré ahora mismo a ver al Duende sabio del bosque, a
compartirle la inquietud de los efímeros". Y diciendo y haciendo -como deben
encararse las amenazas de este mundo-- fue en busca de ese personaje, el cual,
ajustándose con estilo las gafas, lo miró, lo saludó y le preguntó el motivo de
su visita. El chinche, tras ese breve protocolo de saludo, pasó a describirle minuciosamente
la situación de sus amigos los efímeros. Al final, el Genio, sin alargar la
charla, meditó un poco y propuso una solución: "¡Construyamos entonces
algo en su nombre, en memoria suya: un monumento, una creación, algo que para
quienes queden en el mundo después de ellos, al pasar por delante suyo, les
incite los recuerdos, les evoque su pasado fugaz pero feliz; y que incluso los
haga rezar por ellos, por su eternidad!"
"¿Rezar por
ellos? -inquirió extrañado el chinche- ¿O a causa de ellos?
"La vida es muy bella
-prosiguió el Duende- y hay que ensalzarla con incienso eterno porque se lo
merece, así se trate de la vida modesta de una efímera".
Seguidamente ordenó a quienes
estaban a su alrededor que esculcaran todos los rincones del bosque con el fin
de obtener cosas bonitas, curiosas, llamativas y que las juntaran en un paraje
especial al lado del estanque sobre el cual justamente iban a gozar los
efímeros la última maratón de amor reproductivo.
Y así lo hicieron en efecto:
Reunieron en el lugar escogido detalles como una campanilla azul, una plumilla
señorial, pomposos guijarros que fingían ser diamantes, esmeraldas, zafiros y
rubíes; añadieron en cantidad piezas raras de belleza que jamás contemplaron
los humanos, provenientes del fondo de las aguas o de los inéditos tesoros del
bosque.
Cuando llegaron los últimos
materiales de construcción ya el Duende, el chinche, toda su familia, los
vecinos, habían avanzado magistralmente en la operación pro eternidad de los
efímeros, de tal forma que muy pronto, aun antes de que las ninfas abandonaran
las aguas para irse a emparejar con sus múltiples amantes, ya estaba terminada.
Y de inmediato el ingeniero en jefe urgió a su buen amigo el chinche para que
fuera a traer al Rey y a los efímeros con el propósito de inaugurar con ellos la o
bra monumental.
Coincidió el momento del
lanzamiento con el despegue de los efímeros del agua, los cuales fueron primero
al lugar indicado, donde hallaron, para su satisfacción y placer, una mezcla
entre jardín primitivo y un paraíso original, presidida por una efigie
fulgurante del rey.
"Este memorial -les explicó
a continuación el chinche- establecido en honor vuestro, os garantizará la
eternidad en la mente del mundo. Aquí,
por parte de los constantes visitantes, habrá palabras para bendecir por
siempre vuestro paso por el agua y por los aires. Y en sus mentes largos
recuerdos continuos que refutarán la fugacidad de la vida".
"Al Rey, de inmediato, se le desvaneció
cualquier complejo sobre el doloroso pasar de este mundo al más allá.
"¡Ahora podremos irnos en paz -declaró oficialmente- Nos recordaréis para
siempre".
Finalmente el Duende y sus amigos
les prometieron a estos fugaces mortales que de generación en generación ellos
cuidarían el jardín. El monarca se regocijó una vez más con la escena y luego
se remontó a las alturas con el resto de los efímeros impetuosos y ardientes a
completar la grata vocación pasajera de crecer y multiplicarse por la faz de la
tierra.
El cielo de ese día estuvo entonces
nublado de pasión y de vida que propugnaba por eternizarse.
Pero también estuvo impregnado de
muerte: Se desplomaban por ráfagas los efímeros en el sepulcro de las aguas, no
sin antes pronunciar estas palabras de fe y
esperanza en su paraíso, una declaración de amor que escuchaban y
ovacionaban el Duende y sus amigos:
"¡A los efímeros no nos van
a olvidar!"
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