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martes, 23 de octubre de 2012

¡SÁCALE "RADIOGRAFÍA" A TU NOVIO HOY, PARA EVITAR FRAUDES MAÑANA!


POR NO EXAMINARLO BIEN
AHORA, PASA DESPUÉS LO QUE PASA


Uno de los primeros aspectos que se deben considerar  en una relación con perspectivas de volverse permanente es el de la capacidad de comunicación de tu pareja, así como de la cantidad  de información que posee. Despójate un poco del entusiasmo del enamoramiento que impide ser objetivo en  esta materia. 

Si es mal estudiante, si no lee ni siquiera a Condorito, ni se preocupa de aportar ideas para la solución de cuestiones comunes, desconfía de que será una excelente pareja cuando se trate de manejar e intercambiar información que sirva para ocupar productivamente el tiempo conversacional y para atender la solución de problemas y conflictos. Jamás un cabeza hueca ha demostrado ser un buen partido para matrimonio o para una relación seria.  Cuando ya cesen  las mieles del lindo enamoramiento y se enfrenten a la rutina de los afanes y de las dificultades de la vida, tendrá mucha importancia la virtud de la conversación para, no sólo entretenerse hablando del estado del tiempo, sino para superar los conflictos interpersonales, resolver problemas que los afectan y enriquecerse con las experiencias mutuas. 

Si el novio hoy solo es bueno para el besuqueo y los masajes, pero perezoso y poco aventajado para  crear y compartir ideas, en su radiografía te sale raquítico mental para el futuro. Tómate también tu propia radiografía al respecto.

Por lo demás, si has notado que tu pareja hoy es dada a las discusiones destructivas, no atiende ni respeta las opiniones pretendiendo tener siempre la razón, puede aparecer en su radiografía como una persona intransigente, no democrática y poco recomendable para sostener una relación de mutuo respeto y consentimiento en el futuro. 

Eso de que el novio borracho de hoy, lo corrige mañana el matrimonio es una locura. Lo mismo pasa con un novio de hoy que aparece en la radiografía escaso de personalidad comunicativa, el matrimonio mañana lejos de corregirlo, lo puede volver más obstinado y peligroso. En este campo también debes tomarte tu propia radiografía.  No sería honesto exigir en la pareja lo que uno no tiene o no quiere dar.

lunes, 22 de octubre de 2012

JACK, EL DE LA LINTERNA

Cuentan que una alma en pena  deambula eternamente por toda la tierra, portando una lámpara y buscando desesperada su salvación eterna

 Por Lebb

  Según cuentan, Jack, antes de convertirse en un fantasma andante con farol monstruoso, era un granjero irlandés de cero en conducta: tacaño en extremo, (defecto que no le gustaba para nada a los vecinos), además, borracho, mujeriego y tramposo como jamás había existido antes hombre alguno. Tan pésima era su reputación que incluso en concepto de algunos era capaz de superar la maldad del mismísimo demonio.

  Y este último chisme fue el que precisamente atrajo la atención del Amo de las tinieblas, el cual, disfrazado de granjero se le presentó una noche con intenciones de llevárselo definitivamente para los infiernos. Pero el engañador número uno de la historia no contaba con la astucia de Jack quien lo invitó antes de partir a tomarse en la taberna unos buenos tragos. Dicen que se los tomaron con gusto como viejos amigos y que, al final, el futuro fantasma no tenía con qué pagar, o mejor, no quería pagar. Fue entones, cuando invocando la amistad del Diablo y la promesa de acompañarlo con cuerpo y alma toda la eternidad, le pidió, como ejercicio de sus grandes poderes, que se convirtiera en moneda de oro para poder saldar obviamene la cuenta.

  Informa la prensa de entonces que Lucifer accedió y que en medio de una explosión con mucho humo se transformó en moneda. Pero que tan pronto ocurrió esto, el tal Jack cogió la moneda-diablo  y la guardó en su bolsa donde siempre llevaba como hacen muchos cristianos una cruz de plata.
Por supuesto que el diablo, a punto de sufrir un infarto con la cruz al lado y sin poder recuperar su identidad física, le propuso a Jack unos desesperados diálogos de paz que acabaron con una promesa solemne de aquél: "¡No te llevaré conmigo esta vez––le prometió––, pero sácame de aquí!"
Unos informantes aseguran que la tregua fue por un año. Los más generosos dijeron que el diablo lo iba a dejar cometiendo maldades por diez años más. Lo cierto es que, al cabo del lapso acordado, el demonio volvió ––esta vez más avispado que antes–– a llevarse a su amigo para el lugar que le correspondía.

  Según los informes de la época, cuando ya iban de camino, el astuto Jack fingió que tenía mucha hambre justo al momento de pasar por enfrente de un manzano. Entonces le pidió con palabras muy quejumbrosas que le concediera un último deseo como a cualquier condenado se le concede, que se subiera a lo más alto del palo y le bajara una manzana.
El diablo, como cosa bien rara, tuvo un arranque de bondad y se trepó como un mico al manzano, momento que aprovechó el malandrín de Jack para sembrar cruces alrededor del tronco que le impidieron al rey de los pecados bajarse de allá. Y otra vez hubo negociaciones. Y salió ganando Jack. El diablo le prometió que no se lo llevaría nunca para el Infierno.

  Desafortunadamente, jamás las travesuras son eternas. Y el pobre Jack, como cualquier mortal, se tuvo que morir. En un boletín celestial que data de la fecha, al Cielo no pudo entrar, porque lógicamente allá no se concede la entrada a tipos tan corrompidos como Jack. Dicen que apeló a su viejo amigo Lucifer para que lo dejara vivir en sus dominios. Pero que allí tampoco pudo quedarse, por cuanto el diablo respetó la vieja promesa de no apoderarse de su alma.

  Y es ahí cuando comienza a penar el difunto, es decir, cuando le toca irse por la tierra a deambular desesperado en busca de un sitio donde pasar su eternidad. Y fue tanta la tristeza de Jack y la cara de infinito dolor que le vio Satán que, como gesto increíble, le regaló una brasa del infierno que obviamente no se apaga para que le alumbrara su camino.

  Como todavía le quedaba inteligencia, Jack excavó un nabo, su comida favorita, y puso la brasa adentro, abriendo varios orificios bastos por donde salía la luz. Unos dicen que talló su misma cara o la del diablo y por eso quedó monstruosa.

  De cualquier manera, ahora ––según informes populares–– lo ven pasar errante por las noches, llevando a cuestas una condenación eterna peor que la del infierno, además de una linterna que no se apaga. No se extrañen entonces si se lo encuentran ahora en la noche de Halloween y los invita a un trago.


jueves, 18 de octubre de 2012

BUENAS HISTORIAS PERRUNAS

"Alicio", un perro devoto, aún sigue esperando en vano frente al centro de salud donde su amo murió en enero de 2010. Algo semejante le pasa a "Capitán", otro can admirable que todos los días, hace ya seis años,  al caer la noche, se acuesta al lado de la tumba de su antiguo protector

 Por Lebb 


 Para Canelo, mascota excepcionalmente fiel, la cita médica de su amo no terminó jamás. Él siguió esperándolo ahí en la puerta del hospital, por espacio de 12 largos años, hasta que un fatídico 9 de diciembre de 2002 al moverse de su sitio por alguna necesidad, murió al ser atropellado por un vehículo.

En un caso similar, en el Cementerio la Piedad de Rosario, Argentina, un perro de raza Collie todavía aguarda el regreso de su amo desde 1995, en el lugar al cual llegó el dia del fallecimiento de su dueño.

En Uruguay, está la historia del negro Gaucho, que recorrió más de 50 kilómetros hasta el hospital en el cual fue recluído su amo quedándose allí hasta su muerte; luego, lo acompañó a la funeraria y a todo el velorio. Después, al cementerio. Por razones perrunas sorprendentes que el humano no entiende pero sí admira, estableció su domicilio al lado de la tumba del amo, erigiéndose como su centinela, hasta el día de su propia muerte.

Pero el caso más asombroso de "virtud" animal lo constituye indudablemente la historia de Hachikó, un perro de raza akita, fiel a morir, a quien, en 1924, Eisaburó Ueno, un profesor del departamento de agricultura en la Universidad de Tokio, adoptó como su mascota y a la cual le profesó un cariño rayano en adoración.

Desde entonces, cada día Hachikó se estacionaba en la puerta delantera del terminal de Shibuya a recibir efusivamente a su amo al final de la jornada. Esta rutina de afecto y lealtad prosiguió sin interrupciones hasta el 20 de mayo de 1925. Desgraciadamente ya el 21 de mayo, el profesor Ueno no pudo volver a casa en el tren, como de costumbre, por cuanto en plena clase había sufrido un fulminante derrame cerebral y había muerto.

 Y Hashikó, lógicamente, se quedó esa vez en la estación esperando en vano su regreso. Pero no fue sólo esa tarde que aguardó inútilmente al profesor moviendo la cola, mirando expectante la puerta del tren, listo a prodigarle sus alegres brincos de celebración y los consiguientes besos de lengua. 

Pasó el tiempo y Hashikó siguió esperando ahí, puntualmente, los nueve años siguientes, en el sitial de costumbre, justo en frente de la estación, con la misma actitud, lloviera, nevara o tronara, hasta el día en que se durmió definitivamente, quizá soñando con la idea obstinada de ver llegar otra vez al amo afectuoso y sonriente. 


miércoles, 17 de octubre de 2012

NACIDOS PARA BENDECIR


Aquel discípulo anduvo errante durante mucho tiempo en busca de la razón de su paso por este mundo. Y al final, bajo un cielo fresco, se percató de que el color de la vida era fácil de apreciar y de aplicar: él había nacido para algo divertido y redentor.. había nacido, como todo el resto de la creación, sencillamente para BENDECIR!

Por Lebb

Cuentan que una vez un joven discípulo abandonó a su maestro y, por arrebatos de aventurero espiritual, se fue de andariego loco por el desierto, víctima del sinsentido de la vida. 

Tras andar muchas horas terminó  agotado, bajo la gravedad del sol y del polvo, con sed y hambre delirantes, ansiando con el alma y con el cuerpo los bienes oportunos del pan, del agua y de la sombra. Pero antes de que lo abrumara la desesperación y como respuesta gratuita a sus sentidas peticiones, descubrió a lo lejos, en medio de las ardientes dunas, la prodigiosa bendición de un oasis.

De una vez, sin mediar reflexión científica o razones prácticas para descartar un espejismo, emprendió carrera desenfrenada hacia el sitio donde ciertamente se erguían altas palmeras, crecían árboles frutales y la frescura de un arroyo de cristal se deslizaba musicalmente sobre guijarros blancos y arena. Allí, admirado y agradecido de corazón, tras inclinarse a beber, se recostó contra uno de aquellos árboles deliciosos a paladear sus frutos y a degustar extasiado el portentoso fresco del lugar.

Cuentan que cuando ya estaba a punto de partir, el discípulo lleno, satisfecho y descansado, se volvió hacia las palmeras, hacia los frutales, hacia el manantial, hacia el cielo y, con el alma iluminada, les dijo:
— ¡Oh, árboles y creación entera! ¿Qué bendiciones os puedo dedicar? ¿Que vuestros frutos sean dulces? ¡Ya son deliciosos! ¿Qué vuestra frescura y belleza sean abundantes? ¿Para qué si ya sois un paraíso?

Entonces guardó silencio, y resolvió dejarse acariciar por la poesía del oasis transfigurada en verde brisa y en sonoro silencio de amor. Y empezó entonces a interiorizar la lección sobre un valor fundamental que infunde sentido, gracia y color a nuestra presencia en este mundo: Empezó a entender que debía de imitar no al desierto sino al oasis: Había que bendecir con la propia vida.

Pero bendecir con hechos y frutos del corazón. Bendecir con obras y sentimientos sinceros, a quienes lo necesitan o no lo necesitan. Y aunque la palabra tiene magia y atrae energías saludables hacia las personas que bendecimos, primariamente hay que bendecir con nuestros bienes, con nuestra vida, con nuestro apoyo, con las sonrisas, con las manos, con la mirada, con los gestos, sin rehusar un favor, sin egoismos, sin odios, omisión, indiferencia, orgullo...

Entendió entonces su intimidad que él había sido producto de una bendición. Y que por lo tanto su vocación miraba a eso, a bendecir también. Al continuar la marcha, ––porque no podía quedarse allí para siempre––, observó la alegría en el vaivén de las hojas ante el buen humor del viento y no pudo menos que sonreir también. Observó asimismo la obra redentora del agua clara y el destino nutritivo de las especies vegetales. Y entonces no pudo aguantar las ganas de saltar, alabar y bendecir la vida, recordando las palabras del principal Maestro: "¡Venid al Reino, BENDITOS de mi Padre!"

Por fin podía volver a los suyos, donde el maestro y la comunidad, pues tenía clara la tarea de su vida:
Había nacido para algo divertido y redentor... había nacido, como el oasis y todo el resto de la creación, sencillamente para bendecir. Y, además, era apremiante empezar sin demora la tarea.