Todos poseemos anhelos que no nos atrevemos a compartir abiertamente con los demás, salvo cuando la ocasión permite máscaras y disfraces. Ahí es cuando surgen los "héroes", los "payasos", las "princesas", las "muñecas pelirrojas", los
"magos" para mostrar con sonrisas las otras facetas importantes de nuestro mundo interior
Por Lebb
Los observadores de la vida parecen estar de acuerdo en que el uso de disfraces, de máscaras, polvos y coloretes permite a cualquier persona, de forma divertida y sin necesidad de caer en el ridículo, mostrar no solamente diferentes facetas de su personalidad, sino también revelar tras esos atuendos y payasadas sueños internos, anhelos pendientes, vocaciones tardías o quizá, y ojalá no fuera cierto, aspiraciones frustradas.Por eso es que son bienvenidas y aplaudidas las ocasiones, llámense ferias o fiestas, que tienen las personas, para que, como en una sesión terapéutica, gocen la licencia de vestirse de forma sugestiva y así poder desempeñar un rol diferente del que habitualmente representan en la sociedad. Hay quienes lo toman también como beneficio psicológico o medio cómico de evadir la realidad aunque sólo sea por un corto periodo de tiempo.
El objetivo, siguen diciendo los expertos, es sondear más de cerca y con sinceridad los ideales de uno mismo que se debaten en las fibras más internas del corazón. Bajo la protección mágica de una barba blanca, de la nariz superlativa de un payaso, de la peluca roja de una muñeca deseada, de los rombos chillones de un Arlequín, los sueños están automáticamente al alcance de la mano. Es entonces cuando un estudiante, por ejemplo, puede alcanzar la identidad de un Merlín o el protagonismo de una princesa en un cuento de Hadas, el título de un superhéroe de pantalla o los honores de un prócer de la historia.
Si bien es cierto que hoy día las mascaradas o fiestas de disfraces se han convertido más que antes en eventos cómicos y jocosos, no han dejado de tener los significados expuestos arriba. Siguen conservando bajo la lupa del analisis psicológico la tendencia íntima del ser humano de escaparse de realidades opacas, perturbadoras o insatisfactorias. El hecho de recomponer el rostro con una mano de cosméticos o de transformarlo en una cara postiza de felicidad, o de enfundarse en un traje brillante, o de caracterizar a quien con su varita mágica transforma realidades, son formas de encarnar fuertes ambiciones o de revelar sutilmente deseos fundamentales que la persona ama y quiere materializar en su vida.
Sin embargo, existen con relación al tema dos aspectos que se deben considerar. El uno se refiere a que no siempre, dada la naturaleza humana con inclinación al egoísmo y a la malicia, los intereses íntimos pueden resultar propósitos nobles de vida. El otro se refiere a que muchos prefieren pasar la existencia solamente deseando ser, sin dar el salto práctico al hacer.
Así que, el Arlequín y todos los enmascarados, llámense Batman, Capitán América, Spiderman, Barbie, etc. pueden caer en la tentación de continuar viviendo de modo facilista y abstracto sus ideales de éxito, de felicidad, de amor y entusiasmo con puro maquillaje y solamente bajo sus disfraces. Les corresponde entonces, sin dejar de amar la creatividad y la fantasía, identificar sus reales propósitos existenciales para que los incluyan definitivamente con letra mayúscula en sus proyectos de vida.
A todos también nos corresponde, pues aún tenemos anhelos que cumplir, valorar e impulsar las ambiciones e ideales de cuantos nos rodean, así estaríamos también contribuyendo a la realización de nuestra propia vocación humana.
No hay comentarios:
Publicar un comentario