La grave y creciente problemática de los embarazos adolescentes en Colombia, pasa por noviazgos liberados como el de Alicia Dorada, quien cuenta parte de su historia para que otras "Alicias" de pronto no pasen por lo mismo
Por Lebb
Hace algún tiempo el famoso Gurú del amor, del cual les hablé el otro día y del cual también he registrado varios episodios de sus andanzas, me llamó para compartir conmigo otra de las anécdotas más significativas en su apasionante actividad como consultor de amores y consejero de corazones. Y en esta ocasión me estuvo hablando de una bella chica de nombre Alicia Dorada, pariente talvez de otra Alicia no sé si de la Adorada o la del país de las maravillas. Como sea la cosa esta chica de nuestra historia era una colegiala inteligente y con grandes aptitudes, entre las cuales brillaba el amar sin pensar mucho y el dar demasiado, pidiendo poco.
Le contaba entonces al Gurú que, precisamente por esa generosidad suya, por ese desprendimiento en el afecto, había accedido a darle a su novio ––porque se la pasaba pidiendo–– ‘pruebas tangibles'de amor, porque ya no se contentaba sólo con palabras y besos virginales.
"Ese pedigüeño comenzó pidiéndome poquito ––contaba desde el principio––: un beso, dos besos, hasta tres besos sencillos y cálidos. Y yo se los daba. Pero después, cuando entró en efervescencia, me pidió besos complejos de mayor temperatura además de caricias más fogosas. Como si fuera poco o más bien loco ya andaba atrevido explorando zonas ignotas de mi geografía.
Aquí el Gurú hizo el ritual de acomodarse mejor las gafas para mirar a Alicia detenida y devotamente como se debe mirar la belleza ––No era para menos, al fin y al cabo, él era el gurú del amor–– Luego carraspeó un poco en un intento por interrumpir a su interlocutora. Apenas lo consiguió le comentó:
"A mí no me gustó esa materia ni en la primaria ni en la secundaria. Pero, mirándote bien, Alicia, yo creo que me fue aburrida la geografía porque las maestras no sabían enseñarla bien".
"Por favor, señor Gurú, ¡estoy hablando en serio!––lo reconvino la chica. Y cuando el maestro se puso también serio, ella continuó––: Entonces, yo, como también soy mujer de inflamables emociones, no pude negarme a semejante pliego de peticiones y acabé por entregarle no sólo mi historia, mi geografía , sino también toda mi anatomía.
Aquí el Gurú del amor abrió los ojos desmesuradamente, se alineó las gafas en dirección al rostro de Alicia Dorada, y, pensando en Anatomía, la interrumpió:
"Esa materia sí me parece muy apasionante. Me entretenía bastante. Sobre todo cuando la maestra..." ––La chica entonces lo miró con severidad e hizo una breve gesto acusador como para que su consejero no siguiera obstruyendo el relato al recordar sus arcaicos gustos académicos. Cuando recobró su atención, ella continuó:
"Por un tiempo ambos la pasamos dichosos, con o sin condones, inmersos en pasión original, mejor quizá que Adán y Eva en el paraíso. Nos divertimos harto experimentando todas las posibilidades del instinto en nuestros cuerpos, más que todas las virtudes del amor en nuestros espíritus".
El Gurú intervino para comentarle a Alicia Dorada, que, por lógica natural, esa especie de vida marital anticipada, terminaría afectando seriamente su noviazgo --si es que así se le podía llamar a esa relación de entonces, que más bien parecía ser un pacto egoista para satisfacer instintos comunes. Y en efecto, la chica, con asomo de lágrimas en sus ojos, empezó a contarle el desenlace crítico de su historia:
"Con el correr de los días, empecé a notarlo frío en afectos y escaso en atenciones. A veces venía a buscarme y sin siquiera un beso deseaba utilizarme para practicar una nueva técnica amatoria que yo no me sentía con ánimo de intentar".
Aquí el Gurú meneó la cabeza y exclamó: "¡Ah, chicos de hoy día, cómo están adelantados en esa materia. Ya podrían dar clases!" Alicia continuó con mayor aire dramático:
"Y ¿Cómo le parece que la semana pasada me dio la sorpresa: me contó fresco y contento que se había enamorado de alguien más compatible y más complaciente que yo. Y, sin darme más explicaciones, ni considerar tantas pruebitas de amor que le dí, se marchó de mi lado tranquilo a vivir de novio casado con ella.”
"Indudablemente, ––apuntaba mi amigo el Gurú–– esa joven, Alicia Dorada, representa un grupo numeroso de chicas quienes, al no establecer diferencia clara entre matrimonio y noviazgo, adelantan las relaciones conyugales, durante esa etapa importante de conocer a alguien, de fortalecer un prospecto de amistad especial, de compartir tantas cosas bellas que un enamoramiento inspira. Y lo echan todo a perder. Se ocupan en intensificar la sensualidad más que la espiritualidad, en avivar más el toque toque de los cuerpos que la cercanía de los espíritus, el sexo más que el corazón, dinámicas que precipitan al fracaso una relación de noviazgo".
A Alicia Dorada, entonces, que por fortuna no había quedado embarazada, abultando así la perturbadora estadística de madres adolescentes, le tocaba recobrar el ánimo, recuperar la autoestima y empezar de nuevo otra búsqueda de amor.
Pero lucía más preparada para manejar mejor alguna relación futura. Lo necesitaba, porque no faltarían hombres conquistadores, mal o bien intencionados, que saldrían a su paso, propensos unos a la pesca honesta de corazones exclusivos y otros a la caza egoísta de sexo bueno, bonito y barato. Debía elegir bien.
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