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domingo, 24 de junio de 2012

Una vez ciertos apetitosos exploradores...

Remembranzas humorísticas de un padre

Por Lebb.

Como decíamos en el cuento del periódico de "ayer", "una vez ciertos apetitosos exploradores cayeron en manos de caníbales, o mejor, para adelantar la fábula, cayeron en la olla del sancocho de los caníbales... –Así comenzaba a narrar uno de mis hermanos su historia, cuando nos reuníamos a festejar en torno a la mesa vespertina la anécdota jocosa o los apuntes pintorescos de un lado y de otro. (Pero ese ya es un cuento viejo. Sin embargo, tal como sucede en la tradición oral, los relatos divertidos se repiten, se eternizan y hasta evolucionan en la boca de los cuenteros de turno, porque son como las leyendas, sólo que tienen más gracia e ingenio. Y eso hace que alimenten mejor el espíritu que aquéllas). "Dicen en Sínera ––irrumpía entonces uno de ellos–– que nació el hijo de doña Angustias. Pero que nació muy chato". Entonces, nuestro padre miraba con aire docto al interlocutor y le respondía con una sonrisa sutil: "¡No importa que nazcan chatos. Lo importante es que respiren bien!" Y cuando le contaban que fulanito de tal, ya volantón, no quería sentar cabeza y persistía en ser levantisco y desjuiciado, como tantos chicos de nuestros colegios, se quedaba en suspenso y apuntaba en seguida: "¡No sé qué pensará ese chinito de la vida!" No era raro entonces que nuestra madre pasara junto a nosotros y nos lanzara con burla de la buena, un comentario con palabras no muy acordes con la Real Academia Española:  "¡Otra vez, su papá, con la "chistera" por delante!" Nos reíamos con placer a sabiendas de que ella hacía alusión a su inmarcesible patrimonio humorístico, que todos nosotros, según la propia forma de ser,  estábamos convocados a heredar, a  fin de ponerle  más condimento a la existencia y ganar indulgencias fáciles para la vida eterna.  Porque, ––como decíamos en otra parte– el buen humor es pieza clave en la formación humana y presupuesto para "comprar" el paraíso.No sé si en esa ocasión o en otra, marbolleán ––el seudónimo de nuestro padre cuando escribía sus versos o sus cartas–– corrió a un primitivo escaparate a consultar un diccionario colonial.Pero antes de que lo abriera, alguien de la asamblea familiar intervino para narrar un cuento político relacionado con "cakún", en tiempo electoral, cuando unos políticos se fueron de campaña a un pueblo aislado de extracción india donde todavía utilizaban términos castizos, como ese precisamente, como "cakún".... (Pero esta historia la contaremos después.)


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