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sábado, 9 de junio de 2012

LA BÚSQUEDA DE LA FELICIDAD



 Hacia un objetivo humano fundamental

Editorial del OBSERVADOR 18

Luis Eduardo Botello B. - Lebb.  


En julio cumplirá el primer año la atractiva declaración de la ONU, según la cual la búsqueda de la felicidad es un objetivo humano fundamental. A renglón seguido invitaba a los Estados miembros a promover políticas públicas, en su propuestas de desarrollo, que contribuyeran a la consecución de esta meta celeste determinada en gran medida por el bienestar elemental de los pueblos, sin el cual es muy difícil, casi imposible ser feliz, tal como sucede en la caricatura de al lado, donde el negrito da al periodista bien alimentado la irrefutable razón por la cual, además de desnutrido, no está feliz.
Sin embargo, la tarea no es solo incumbencia de los gobiernos ni de los altos mandos. Todos de algún modo, desde nuestros puestos de trabajo, tenemos corresponsabilidades en el asunto, o en el "negocio" como dicen por ahí los costeños. Y aunque los niveles de felicidad de nuestros estudiantes no son fruto exclusivo de cuanto pasa dentro de los muros del colegio, puesto que la familia y el entorno contribuyen de forma decisiva a su bienestar, es forzoso admitir el rol que el sistema educativo puede tener en ese sentido, no sólo sobre el aspecto de competencias y rendimiento académico, sino también en el campo de la felicidad personal de los educandos.
Algunos observadores dicen que la escuela debería fijarse entre sus objetivos la promoción de dos dimensiones muy claras: la académica y la del feliz desarrollo socio-emocional de niños y adolescentes, por cuanto una sociedad sana no sólo necesita de niños y adolescentes con conocimientos de lengua, matemáticas y esas cosas, sino más que todo requiere de ciudadanos felices y satisfechos, bien equilibrados y sintonizados que no cometan locuras y que puedan contribuir a su vez al desarrollo y a la alegría de la sociedad a la cual pertenecen.
Y aquí es donde entra la actuación del maestro. Los expertos opinan que un profesor eficiente en esta materia debe ser una persona feliz, por palpables razones, a saber, porque la felicidad es un estado de ánimo que se contagia, que se pega a través de la palabra, del trato, de las actitudes.
Y como la felicidad es mirar positivamente las cosas o lograr ideales y aprendizaje; y contar con alguien apropiado para alcanzar los básicos anhelos del espíritu, entonces el maestro, capaz de ponderar y cultivar todos esos bienes, es el indicado, el "duro", como dicen por ahí, para impartir a sus estudiantes, por su propia virtud, esa cátedra muy seria de la felicidad personal.

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