Translator

lunes, 15 de junio de 2015

EL HOMBRE MÁS INTELIGENTE DE LA HISTORIA


Gracias al ejercicio que determina el coeficiente intelectual(CI) de un ser humano, los números arrojan que Stephen Hawking tiene 160 de CI, mientras el mítico Albert Einstein ostentó un 180 de CI. Pero hay mejores...

Edita Lebb

En la actualidad, un matemático australiano, Terence Chi-Shen Tao es el ser más prodigio de la tierra con un contundente 230 de CI.
Sin embargo, hubo un hombre que hizo explotar los números anteriores, como un violento oso pardo en su mano  una fina copa de vidrio:
William James Sidis, de Nueva York, considerado por sus méritos fenomenales como el ser humano más inteligente de la historia.
Ningún congénere suyo en el universo se le asemeja y, aunque no le hizo beneficios célebres a la humanidad, su capacidad cerebral sigue pareciendo casi un fenómeno paranormal. No diferenciaba en calidad su uso por las letras o los números. En todo era excelente en grado extremo.
Tenía 300 de CI, es decir, 120 decibeles más que Einstein (un CI de 110 es considerado alto para una persona normal). Desde bebé fue incentivado por sus padres, inmigrantes rusos, con cubos mágicos del abecedario alrededor de su cuna y con relatos griegos leidos por su madre, antes de dormir.
 Esos estímulos ayudaron a que en menos de dos años el chico pudiera tener conversaciones fluidas con adultos y leyera el New York Times. A los cuatro años ya había leído la Odisea y la Ilíada (empezó a usar la máquina de escribir a los tres. Computador no, porque entonces no había). A los seis hablaba nueve idiomas; alemán, latín, hebreo, ruso, turco, armenio, griego y francés. Creó su propia lengua, pocos meses después, llamada Vendergood, y escribió un libro para especificar los contenidos del dialecto. En aquel momento ya había inventado un algoritmo matemático para saber en qué día había ocurrido  cualquier hecho de la humanidad del cual se tuviera cierta información. Por si el asombro sobre su inteligencia todavía no es tan grande, en ese mismo período terminó su cuarto libro de astronomía y anatomía.
Se recibió de médico a los 16 años, pero hubo otras hazañas previas. James fue aceptado en el Massachussetts Institute of Technology (MIT) a los ocho años (hizo tercer grado en dos días), mientras que tres años después entró en la universidad de Harvard para convertirse en un especialista en matemáticas. También se graduó simultáneamente de abogado, sin cansancio alguno.
 Una de sus anécdotas más increíbles tuvo lugar en una biblioteca, cuando ya era adulto. Inició una mañana con la lectura de algunos libros para aprender portugués. Testigos narraron emocionados que no paró de leer en ningún momento. Cuando sobrevino la noche y ya James tenía los ojos rojos, abandonó los manuales y se fue a casa. A la mañana siguiente rindió un examen y los resultados no desentonaron: la pronunciación así no fuera impecable, él podía hablar el idioma como si lo hubiera estudiado bien durante años. Había entonces aprendido una lengua en un día, cuestión que tomaríamos como exagerada en cualquier película de ciencia ficción. En su juventud participó en movimientos socialistas y marchas para reivindicar los derechos de los trabajadores, hechos por los cuales estuvo algunos meses en la cárcel. Se catalogaba como comunista y ateo. Más adelante tuvo otros inconvenientes políticos cuando desarrolló su propia filosofía libertaria, muy mal vista por esos tiempos. Las paradojas del destino llevaron a que Estados Unidos se convirtiera en una superpotencia económica, en 1950, gracias precisamente a las políticas libertarias que censuraba…
James fue una persona con pocas relaciones sociales por su fama de solitario y retraído. No se sentía cómodo dentro de ningún grupo humano, razón por la cual careció de buenos  amigos. Ni siquiera le interesó conseguir ni mantener mujer. (Es que era muy inteligente. -Es una broma-).
Durante el resto de su vida William Sidis se dedicó más que nada a escribir artículos en periódicos y ensayos, la mayoría sobre temas oscuros o polémicos.
Desafortunadamente, en 1944, a la edad de apenas 46 años, falleció víctima de un derrame  cerebral. Pero antes de eso terminó su séptima carrera universitaria y, de manera ágil, podía comunicarse en 40 idiomas.
Quedaron lamentablemente muchos puntos grises en la existencia de este excepcional personaje: Fue excéntrico, antisocial, incomprendido, no muy amado, de pronto no aportó todas las bondades de su asombrosa riqueza intelectual a la sociedad a la cual perteneció.
La pregunta que surge ahora es ¿hasta dónde y qué debe uno aportar a la sociedad con el normal o disminuido  coeficiente intelectual que le correspondió?
Los comentaristas normales sugieren que realmente nuestra inteligencia debe ponerse al servicio de los demás, para contribuir dentro de lo posible al desarrollo de una vida más feliz y satisfactoria de cuantos nos rodean.
Añaden finalmente que, cuando de coeficiente intelectual se trata, bien vale también la pauta de los consejeros sexuales, quienes afirman con aire solemne que: "Realmente el tamaño NO importa, depende de cómo lo manejes."
(...El coeficiente intelectual, por supuesto, malpensados).

No hay comentarios:

Publicar un comentario