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domingo, 1 de septiembre de 2013

TODAS LAS MUJERES SON BELLAS


Por Lebb

   Cuentan que una vez don Sórdido Ardila hablaba con Sórdino Villadiego sobre temas comunes de la vida popular cuando en esas  una señora muy aseñorada pasó por el frente de ellos llevando de la mano una doncella volantona de belleza incipiente pero forzada, escena ante la cual don Sordino le comentó a la señora refiriéndose a la chica y haciéndose el admirado y en son de piropo:

--"¡Cuídele la señora!". Fórmula que caló bien en el ánimo de aquella, tanto que acarició a don Sordino con una sonrisa orgullosa.

    Pero como nada puede ser perfecto en este mundo, a don Sordino le picó el gusano de hacer un comentario adicional e inapropiado.  Y lo hizo en tono bajo para que lo escuchara el Secreto:

  --"Sí, claro, para que no se vuelva más feíta"

  Para su desgracia, también escuchó la tal señora aseñorada la blasfemia del impertinente, y entonces, volviéndose furiosa se le acercó como un huracán y, en defensa de la honrosa belleza de la hija, le plantó sonora la mano en la cara con la ira más bestial.

  Don Sordino no se sintió ya más de este mundo. Alcanzó sin embargo a proferir entre rezos una promesa de cuyo contenido supieron las paredes:

 "¡Jamás volveré a decirle feíta a mujer alguna, así se lo merezca. Y mucho menos a una hija delante de la suegra!

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