Por Lebb
Algunos chismes comienzan con el mal oído de algunos y con la lengua exagerada de otros.
Cuentan que para entretenerse y matar el tiempo, dos abuelos, el uno de nombre Sórdido Ardila y el otro Sordino Villadiego, se sentaban en un escaño del parque a tocar temas comunes de la vida diaria.
El episodio que vamos a narrar tuvo lugar una mañana cuando, después de los saludos protocolarios y una vez sentados en la banca del parque, el primero le comentó al segundo:
--Sabes una cosa, don Sordino: Esta mañana me levanté al alba a gozar de su frescura.
A lo cual, don Sórdido, respondió alarmado:
"Cómo así, tu vecina se llama Alba?
Don Sórdido le aclaraba en seguida:
--No, amigo mio, escucha bien:
--Me levanté a la aurora a contemplar su hermosura. A lo cual dón Sordino replicaba de una:
--"Ah, viejo verde, no sólo es con Alba sino también con Aurora"
Con la paciencia que caracterizaba al primero, a don Sórdido, le aclaró al duro de entender:
--¡Nada de eso! Lo que quiero decir es que me levanté temprano a saborear la virginidad del día.
Pero el viejo Sordino otra vez entendió mal:
--"Un momento, don Sórdido, --reviró–– no me digas groserías ni mentiras:
--Es que acaso esas fulanas todavía eran vírgenes? No lo puedo creer. De todas maneras, amigo Sórdido, tienes suerte.