Selena Gómez se mostró partidaria de conservarse virgen durante su noviazgo y en constancia se puso un anillo de pureza. Tras hacerse novia de Justin Biever, chico afamado e intenso, apareció en público feliz y sin el anillo, ¿Habrá renunciado acaso a su voto de castidad?
Por Luis Eduardo Botello B.
Cuenta la misma leyenda del otro día, pero en
otra versión, que una vez existió en una región cercana muy conocida un maestro
común y corriente que se creía no sólo chistoso con sus discípulos, sino que
también se las daba de admirador de la belleza donde quiera se encontrara y
lógicamente hablador del amor, tema divino, causa de la dicha de existir.
Y tal como les comentaba el otro día, han
quedado cosas curiosas sobre él como la anécdota de que una vez se le acercó
una chica juiciosa con sus libros y un organizado fajo de papeles y le dijo:
--Vengo, maestro, a que me revise.
––Él se puso entonces las gafas, abrió
ampliamente los ojos y la miró de arriba abajo, haciéndose el alarmado y a la
vez el provocado, y le respondió:
––Chica, por favor, no seas tan lanzada. ––A
lo cual, ella, brava como lo eran las mujeres de esa tierra, con toda razón le
reclamó:
--A ver, maestro, póngase serio.
–– ¡Ah, ya entiendo, jovencita! ––El maestro
se disculpó–– Es que como no te explicaste bien desde el principio. Lo que
quieres es que te revise los trabajos de los últimos días. Sin embargo,
––continuó diciéndole mientras la detallaba con respeto–– veo que eres una
chica espléndida y responsable. Pasas la primera revisión. ––Y continuó:
––¿Apellido?
––Plata.
––¡Definitivamente vales en oro lo que pesas!
¡Lástima que no seas más gorda! ––Puso más cara de brava. El maestro siguió interrogando:
––¿Taller de verbos?
––¡Sí!
––¿Ejercicio de análisis de lecturas?
––¡Sí!
Y aquí el maestro se detuvo y se quedó
mirando al techo suspirando. Ante lo cual la discípula le preguntó porqué esa
cara de bobo satisfecho. Y él mirándola la dijo una de las frases que más él
repetía por ahí:
––¡Es que a mí me encanta que las mujeres me
digan que sí!
––¡Bueno, Maestro, ––concluyó finalmente la
chica–– Hay que tenerle a usted mucha paciencia. Y él asintió con la cabeza, no
sin antes decirle:
––¡Que todo sea por AMOR AL ESTUDIO!
Fue cuando otra chica del grupo al escuchar
la palabra "amor" le pareció fácil cambiar el tema y pedirle al
maestro que les platicara sobre cómo habían sido sus amores y noviazgos en el
pasado. Sin hacerse de rogar empezó a comentarles:
––En nuestra época ––un poco más acá de la
prehistoria–– la mayoría de los novios adolescentes experimentábamos las más
gozosas sensaciones de la vida por la bendita culpa del amor. No a expensas de
las caricias excesivas que intercambiábamos por ahí en los rincones oscuros o
por el ejercicio táctil exagerado que hacíamos con ellas por allá en los
potreros, sino más bien porque éramos víctimas felices de las estupendas reacciones
químicas de nuestros corazones, un tanto cándidos y fáciles de halagar con
sonrisas azucaradas, miradas hipnóticas y con tal o cual mimo breve y en gracia
de Dios. Todo parecía limitarse a disfrutar emociones celestiales, a vibrar de
arriba abajo por el solo hecho de estar lindos uno frente al otro, empalmando
huellas digitales, juntando castamente los labios, concibiendo planes, forjando
ilusiones mutuas o proyectos felices en presente y en futuro.
––¿Cree, maestro, que han cambiado para mal
los noviazgos de hoy día? –– Le preguntó de nuevo la chica.
––Creo que sí, por cuanto, hoy día, ––tal vez
por las costumbres sociales tan liberadas, por los medios de información que
ensalzan el erotismo y la sensualidad––, muchos jóvenes supuestamente enamorados
y algo mundanales hasta se burlan de aquellos noviazgos para ellos ridículos y
anticuados. Optan más bien por añadirle a los suyos una cuota mayor de manoseo
y exploración propios de parejas ya versadas en las artes amatorias. Y de ahí a
agregarle el factor sexo a su relación hay un pequeño paso.
Aquí el maestro se quedó pensando en las
parejas de colegiales que él había conocido durante sus años de trabajo. Y se
maravillaba de que muchas de ellas, las que más se engolosinaban con los
besuqueos y las meloserías, no habían ni terminado su ciclo básico de estudios,
los frutos de su efervescencia fecunda ya estaban volantones, y ellas, tiernas
todavía, vivían solas o cambiando de parejas; y aquellos novios en el pasado
tan devotos que se sentaban justo frente al colegio en las graderías de la
cancha a charlar y a ser zalameros con sus chicas, no se dejaban después atrapar en ninguna
parte y por supuesto no les daban ni para la leche de los críos.
––Maestro, ––lo rescataba de sus pensamientos
otra joven que estaba a la escucha–– ¿todavía cree que se puede sostener un
noviazgo sin incluir el factor sexo al que se refiere?
––Los observadores de este fenómeno creen que
no sólo es recomendable sino también posible mantener noviazgos juveniles
vacunados contra las practicas sexuales sin sacrificar el ser felices, gozar y
desarrollarse como personas. Y de hecho hay jóvenes simpatizantes de la castidad, como un estilo
de vida responsable y apropiado para alcanzar sus proyectos, sin involucrarse
en traer chicos al mundo antes de tiempo y en circunstancias desventajosas.
––Me consta
––comentó la interlocutora–– que esa virtud de la virginidad es muy rara
hoy dia en nosotras las mujeres. Como nota curiosa al respecto, supe por
Internet que a esta famosa actriz Selena Gómez, a sus 16 años, expresó en
público su firme decisión de no tener relaciones sexuales antes del matrimonio.
Claro que fue antes de conocer a su Justin Bieber. Para ese entonces se puso su
anillo de castidad como símbolo de su compromiso de virginidad prematrimonial.
Últimamente, a sus 18 años, apareció de la mano con su joven amor, pero sin el
anillo de pureza. ¿Será que se le cayó o que se le embolató la virginidad con
las caricias del intenso Bieber?
––Él parece ser el que no se resiste a los
encantos corporales de su novia ––concluyó diciendo el maestro––. Sin embargo,
muchos jóvenes hoy día tienen la suficiente personalidad para distinguir y
separar relación de noviazgo y relación sexual. Sus principios morales y creencias maduras les permiten
establecer límites y pautas a los actos de su vida. Saben que el noviazgo, a
diferencia del matrimonio, no es entrega total. Y que no está pasado de moda,
no es obsoleto, ni es un oso, llegar de novios puritos al altar. ¿Qué opinas?
¿Muy trabajoso?
––¡Lo veo exigente y
complicado! Pero posible.––replicó la chica con una bellísima sonrisa virginal.