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sábado, 12 de marzo de 2011

Aprendiendo a valorar la vida

Editorial del OBSERVADOR 10 Por Lebb

LA LEYENDA DE LA LLAMA ESTRELLA

 Tras un tiempo de búsqueda e imaginación, aprendería finalmente a valorar la dimensión práctica de la vida, la cual, a pesar de sus dificultades y pesares, reserva a los humanos grandes esperanzas y realidades felices


 Cuenta una leyenda que un joven inca, por los avatares normales de la vida, había quedado solo en medio de los Andes y sin nada, con excepción de una vieja llama en cuya compañía resolvió emprender largas caminatas en busca de un sitio donde establecerse y poderle hallar sentido a sus fatigas sobre la tierra. Fue tal la unidad de la Llama y el joven en esas circunstancias que los dos terminaron incluso compartiendo en las noches frías el mutuo calor, el amor de los luceros y el ideal común de tener algún vez un hogar donde estuvieran a gusto, con más compañía y más amores.

 Sin embargo, una noche de las más ricas en estrellas, la llama no soportó la cuenta de los años y se durmió para siempre, dejando en consecuencia al joven inca sumido en otra de sus mayores tragedias.

 A la mañana siguiente, para honrar como se merecía su memoria, el fervoroso inca la sepultó junto a un helado arroyo y fue luego  a sentarse debajo de un árbol a llorar desconsoladamente.

 Así permaneció mucha lunas, contemplando una y otra vez la tumba de la llama, inmerso en pensamientos grises sobre la vida, la muerte, el destino humano, coqueteando incluso a la idea de sumergirse para siempre en las gélidas aguas del arroyo. Hasta que una noche, también rica en estrellas, su pasión y fantasía prodigiosas desencadenaron un colosal fenómeno cósmico. Observó entonces una gran explosión de destellos de horizonte a horizonte y en medio una estrella desprendida de alguna galaxia remota, que había descendido allí justo sobre aquella sepultura que adoraba.

 Acto seguido tomó la forma joven de la llama, su vieja amiga, y fue ágil hasta la orilla del arroyo a beber sedienta del agua fría. Al terminar lanzó una mirada al joven inca, con suave reproche por llorar tanto pero con afecto de quien deseaba verlo feliz. Y mientras saltaba al cielo, en medio de otro espectáculo de luces, fue dejando un reguero de lana en puros pedazos de fino algodón.

 A la mañana siguiente, –termina la leyenda– cuando el sol comenzaba su carrera, el muchacho se levantó animado a recoger toda aquella lana suave, tibia y de brillo semejante en sus manos al material íntimo de las estrellas.

 Olvidándose entonces del duelo, confortado por la visión de la llama, le pareció bien llevar esa lana al pueblo y venderla allí; donde efectivamente se la compraron a buen precio. Con ese dinero pudo negociar una casa y hasta le alcanzó para comprar una pareja de llamas jóvenes, los cuales tuvieron posteriormente varias llamitas bellísimas.

 A partir de allí el joven inca aprendió a valorar el sentido práctico de la vida, la cual, a pesar de sus dificultades y de sus pesares, tiene reservadas a los humanos grandes esperanzas y realidades felices. Jamás volvió a sentirse solo porque pronto consiguió una buena compañía y tuvo después, (como era de esperarse de un fecundo Inca), varios "inquitas" adorables. Claro está que jamás olvidó a la llama estrella, la cual como buena maestra le había "dictado" la mejor y más útil clase de su vida. Y sin palabras. Por eso, agradecido y con ojos de alabanza, solía atisbar en las noches estrelladas las profundidades del firmamento, sobre todo la vía láctea, porque seguramente por ahí andaba orbitando, sonriente y complacida, su eterna amiga: la llama Estrella.

 Yo pienso que también cuando alguien nos interrogue sobre razones para existir, tras la pérdida de cualquier amor o por desencantos de la suerte o por infortunios de familia, deberíamos mostrarles nuestros testimonios prácticos de vida o si no sencillamente contarles la leyenda de la llama estrella; porque es preciso fortificarles la voluntad de estar en el mundo el tiempo que les corresponda, a despecho de sus conflictos, de sus tragedias, para realizar sus sueños, para que recuperen la elemental alegría de vivir, tal como lo anhelaban quienes se inventaron una historia tan encantadora.

1 comentario:

  1. Una de las historias más bellas que jamás he leído y reescrito hasta con lágrimas en los ojos.

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