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lunes, 6 de junio de 2011

Firmes experiencias del pasado

Editorial del OBSERVADOR doce

Aquella calurosa noche un reconocido declamador ––de aquellos cuyo oficio lo toman muy a pecho–– hizo experimentar al auditorio una de las emociones más vigorosas de su vida.
Nos estaba recitando precisamente el Nocturno de Asunción Silva y cuando llegó a la parte de "¡Sentí frío!", el hombre, tiritando, crispó las manos y se le quebró la voz como si de verdad se estuviera congelando. Y de paso nos contagió a todos: Nos provocó esa sensación de piel de gallina, de escalofrío y de infinitas ganas de llorar al lado del poeta por la amada que se le había ausentado para siempre. Pero un rato después, como si estuviera poseído por el espíritu del mismo Adolfo Becquer, recitó algunas de sus más lindas rimas; y fue cuando el corazón, ya sin el "frío del sepulcro" se nos puso ardiente, coquetón y blando como una melcocha.
Pero nos aguantamos después de todo, no sin antes grabar en las neuronas la firme moraleja de que a las actuaciones de la vida, sean sencillas o complejas, hay que sazonarlas con muchas ganas y mucha emoción para que cobren mejor sentido y obviamente más sabor.
Algún tiempo después, cuando mi espíritu juvenil se ocupaba en experimentos vocacionales, me correspondió una mañana compartir frente al Sagrario la oración de las Laudes y el Oficio de Lectura con un sacerdote joven y entusiasta. Al momento de las preces y de las súplicas, mi fervoroso correligionario, se puso de pie de un salto y rogó: "¡Dános, Señor, FUEEERZA para luchar!" (Cuando llegó a la palabra "fuerza" de verdad que le aplicó bastante fuerza. Naturalmente a mí también se me pegaron sus ganas impetuosas de rezar con energía. Entonces para no ser menos y quedarme atrás, me puse de pie también de un brinco y contesté con voz ardiente: "¡Te ROOOGAMOS, Señor!"
Todo iba piadoso y bien hasta ahí. Pero después nos atacó la tentación imparable de risa, tan intensa como irreverente, que nos obligó –por lógico respeto– a abandonar la capilla. Sin embargo, de aquella valiosa escena me quedó la idea obstinada de que uno debería dejarse guiar por la convicción y los inspirados impulsos internos, claro está que sin caer en la tentación de tomarse las responsabilidades en broma.
Tiempo después llegaría al pueblo un personaje de edad, de persuasivo discurso, de origen supuestamente japonés, quien dijo llamarse Takamura y ser experto en el fascinante arte de la magia oriental. Y de ahí al acto no hubo trecho. Montó con el beneplácito de las autoridades del lugar, vistosas y convincentes sesiones de ilusionismo, a las cuales todo el pueblo asistía incluso con más espíritu que a las prédicas de la Misa.
Por breve tiempo compartió con nosotros su palabra ágil y amena, su simpatía descomplicada, el supuesto don de descubrir cartas de naipes pensadas por el público, el trueque de pañuelos por palomas, el trámite veloz de sus manos capaces de permutar el vacío triste de una alcancía por el rico tintinear de monedas alegres en su interior.
Este singular artista distaba mucho de ser predicador común o maestro corriente. Sin embargo, hacía bien el papel de figura amable y pintoresca cuya cátedra viviente, nos transmitía rasgos distintivos del fundador de los Salesianos, Juan Bosco.
Este célebre educador italiano, en sus fecundos años de actividad con jóvenes, lideró una pedagogía abierta a lo positivo, a la acción, al gozo de existir, a la encarnación de los valores, como una de las más potentes metodologías vivenciales capaz de suscitar sentimientos nobles en la intimidad de las personas; y de provocar con ello, naturalmente, efectos positivos en cualquier proceso humano y en cualquier sistema social.

domingo, 5 de junio de 2011

HUMOR

Cómo se dice disparo en Árabe?
Ay-Ba-la-Bala.

* ¿Cómo se dice adivino en Japonés? Kómo sabe.

* ¿Cómo se dice bésame, en Árabe?
Mójame lajeta.

* ¿Cómo se dice café amargo en Japonés?
Takara lazúcar

* ¿Cuál es el colmo de un pollito?
Tener plumas y no poder escribir.

* ¿Por qué creen que las mujeres mueven la cabeza cuando piensan?
Para que las dos neuronas que tienen hagan contacto.

* ¿Qué le dijo el café al azúcar?
Sin ti mi vida es amarga.

* ¿Qué le compraste a tu mujer en estas fiestas?
Una cadena espectacular, ¿y tú?
No, yo todavía la puedo dejar suelta.

*¿Cómo se dice huérfano en chino?
Chinchupale y chinchumale
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El difícil arte de “manejar” el verbo “manejar”

Por Lebb

Aunque es rico saber que en nuestro idioma disponemos de inagotables expresiones con las cuales podemos manifestar de infinitas formas cualquier pensamiento, en ocasiones caemos en la repetición y en la monotonía semántica. He aquí un buen ejemplo de eso.

A quienes se dejan “manejar” por este verbo manipulador dedico con amor gramatical estas líneas a ver si se liberan un poco de él y son más felices con tantos otros términos que bien pueden expresar mejor sus intenciones. Pueden optar por la sinonimia o simplemente por citar las actividades por su verdadero nombre; de tal modo que si quieren referirse a “manejar” el martillo, digan más bien “martillar”; o “manejar” el taladro, digan ´”taladrar”. Prefieran “esgrimir la espada”, es vez de la forma trillada “manejar la espada”. Al hijo podemos sugerirle que “administre” mejor su tiempo, en lugar del prosaico “Maneje mejor el tiempo”. Y así como el marinero hábil “gobierna” el barco, en vez del simple “maneja” el barco, damos paso a la mayor precisión del hecho y una mejor descripción del evento. Al incorporar en el habla o en el escrito, la rica y precisa variedad del diccionario estaremos “dominando” (no sólo manejando) el arte de la comunicación.

No faltará algún lector indomable que me revire diciendo que no se va a dejar “manipular” (no digo manejar) por mis palabras. Líbreme Dios de pensar siquiera en eso de “esclavizar”, (no digo manejar),– las mentes ajenas. Yo sólo quiero que ni el gato afirme que “maneja” muy bien su maullido. Ojalá diga que “maúlla” muy bonito. Y el perro grite que “ladra” como nadie, en vez del soso: “Yo manejo el ladrido”. Y si el guepardo está escuchando también podrá pregonar que no existe un félido como él capaz de desplazarse a velocidades impresionantes, en lugar de anunciar con simpleza que “maneja” mejor la velocidad.

Tratemos de esquivar la repetición de este verbo, incluso cuando queramos revelarle al mundo que ya podemos “manejar” el carro., digamos más bien con orgullo que ya sabemos “conducir” nuestro Mercedes Benz. Este verbo, como algunas mujeres insoportables, pretende “mangonear” (no use manejar) a los hablantes exigiéndoles que se “manejen” bien, en lugar de que “se comporten a la altura”. Querrá que sigamos pobres en el “uso” (no utilice manejo) del verbo, inactivos en el “liderazgo” (no diga más manejo) de los grupos. Y ya para finalizar este “tejemaneje” del verbo, pidamos a quienes “disponen” del poder, (no a los que manejan el poder de la palabra) que ayuden a fomentar la aplicación de la sinonimia y de la diversidad creadora. Que así como el computador “procesa” (no maneja”) infinidad de datos, así también nuestro cerebro y nuestro espíritu también “elaboren” (no manejen) otras fórmulas ingeniosas, con las cuales podamos sazonar la convivencia, podamos enriquecernos y gestionar (no “manejar”) decididamente nuestros destinos.

jueves, 2 de junio de 2011

¡Bienvenido OBSERVADOR doce


La próxima semana entra en circulación el OBSERVADOR en su edición doce

*El trajín diario de quienes circulan por las terribles y mal llamadas carreteras de Girón hacia sus veredas más importantes.

*La excepcional importancia de las autoras de nuestros días.

*El peligro de amar a ciegas, sin valorar debidamente a la persona idealizada

*El humorismo eterno de un padre único.

*El horóscopo celta tiene tu arbolito.

*Notas curiosas.

*Muchos otros temas valiosos.